jueves, 30 de abril de 2015

Rebasando el límite







Ricardo no pudo aguantar más, reventó. Algo explosionó en su mente, un chasquido en el que se rompió su contención.

Toda una vida de tener paciencia le había servido ten sólo para menos que nada, para recibir varias patadas en el culo de cada indeseable con el que se había cruzado. No tenían la delicadeza de tratarlo como a un ser humano, tan sólo como un muñeco de pim pam pum al que atacar. De esa manera le había jodido los empleos, las relaciones, y las oportunidades, haciéndole la zancadilla mientras le soltaban discursitos hipócritas e idiotas.

Se miró al espejo, y vio a un hombre ojeroso de cuarenta años, castaño y con barba de unos cinco días. Sin pretenderlo, se dedicó una sonrisa a si mismo, a su reflejo, sintiendo como el peso del civismo, consideración, y respeto que habían regido su vida se evaporaba.

Eran muchos los que como en el pasado, tratarían de meterlo en cintura y hacerle pasar por el aro de la peor forma posible. No iba a consentir que volvieran a hacerlo. Nadie más. Aunque costara sangre, sangre de los demás, por supuesto, no le habían dejado otro camino. Su propia supervivencia estaba en juego y no tenía intención de sucumbir, eso iban a tener que hacerlo los demás.

Había probado una nueva experiencia, una que un día antes antes le hubiera parecido irrealizable y despiadada. Una experiencia que para su sorpresa le había gustado. Así era como funcionaba la sociedad. Había conseguido evitar que volvieran a anularlo, por primera vez en su vida lo había conseguido, lo que le dejaba con una muy agradable sensación. Ese día había conseguido un doble logro, consiguió un puesto de trabajo como recepcionista de un pequeño hotel, y a la vez se había quitado de encima a un competidor que amenazaba con quitarle ese puesto que quería para sí.

Un extraño brillo asomó a su mirada  mientras acababa de quitarse en el lavabo restos rojizos de las manos con agua y jabón.

No se podía ser un santo en aquella ciudad, en ninguna ciudad, en los tiempos que corrían. Había que tener un poco de policía y algo más que un poco de delincuente para pasar el día a día y salir a flote. Así lo haría siempre de ahora en adelante.



No hay comentarios:

Publicar un comentario