miércoles, 22 de abril de 2015

Amor dolorido




Sandro creía fervientemente en el poder del amor, siempre había sido así, desde sus primeros días de vida. Siempre estaba hablando de ello. Siempre pensaba en como sería el amor de su vida mientras se tocaba distraído su largo pelo rubio. Parecía que no había otros temas de interés para el, lo que exasperaba a sus amigos y conocidos, que tenían otras preocupaciones

Conoció a Clara en un curso del inem. Nada más verla se enamoró de la  bella pelirroja. Le daba rudimentarios poemas de temblorosa caligrafía y siempre la miraba fijamente pensando en la eternidad juntos. Ella no estaba interesada en el, pero Sandro, como si oyera llover, pensaba en que el poder del amor todo lo podría.

Para cuando el curso terminó, supo donde vivía ella y cada noche se plantaba al pie del edificio con una vieja guitarra prestada para cantarle a su amada y así ablandar su corazón. Canciones nocturnas desafinadas que causaron un efecto.

Con las canciones nocturnas, se derritió, se derritió la paciencia de los vecinos de Clara, y a las dos semanas de empezar  a ejercer de cantante improvisado con nocturnidad y alevosía, un grupo de vecinos salieron del portal y le rompieron la guitarra en su cabeza, además de regalarle unos cuantos golpes más.

Allí en una fresca noche, tirado en el suelo y hecho una pena, Sandro derramaba sentimiento y sangre sobre la acera, con una conmoción cerebral, creyendo aún en el poder del amor, pero acusando el efecto del poder de los golpes.

Como ya no había nada más que ver, Clara cerró la ventana y volvió a la cama con su novia, esperando que aquel pelma no volviese por allí después de aquello. No tenía ganas de aguantar más a aquel personaje enamoradizo-compulsivo.

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