viernes, 21 de septiembre de 2012

El urbanita




César Méndez era un tipo que disfrutaba del ritmo de la vida de la ciudad, era parte integrante de su vida, lo respiraba constantemente, algo sin lo que no podría vivir, parte de sí mismo, nunca había pasado un día fuera de una gran ciudad, era un animal urbanita, así le gustaba considerarse, y así lo afirmaba siempre que se presentaba la ocasión, con un encendido orgullo. Siempre vital y pletórico, nunca le faltaban ánimos ni energías, era una persona que rebosaba salud, lo que se reflejaba en el exterior.

En su calidad de trabajador de una novedosa y prometedora operadora de adsl y telefonía, no podía permitirse rechazar ningún encargo, por la situación economica y laboral que imperaba en esos dificultosos días, de modo que  motivos profesionales le llevaron a una población rural, concretamente la misma población de la que eran originarios sus padres, un entorno que le desagradaba, pero debía cumplir el objetivo de conectar varios puntos de acceso y repetidores para redes wifi seguras y sin interferencias allí, para implementar las vías de comunicación en ese pequeño pueblo. No sin cierto disgusto por el entorno en el que debía hacer el trabajo, decidió que se realizara a la mayor brevedad posible, para terminar y poder irse de allí cuanto antes.

De modo que así se pusieron los operarios y él mismo, que supervisaba la prospección de las mejores ubicaciones para la instalación de los puntos de acceso, para concluir en el mismo día y poderse ir a otro lado. Pero resulta que sucedió algo que no tenía previsto nadie. A las pocas horas de iniciar la tarea, César comenzó a sudar y sentirse algo mareado, y no era por motivos climatológicos, pues el  día  amaneció con un  clima suave y meloso. El mareo de César iba en aumento, además de cierta dificultad para poder respirar, se comenzaba a sentir verdaderamente mal, hasta tal punto que tenía problemas incluso para poder moverse, por lo que tuvo que ser trasladado a casa del médico del pueblo, un afable hombre al borde de la jubilación, que poco pudo hacer excepto dejarlo descansar, pues no tenían el equipamiento para hacerle una exploración en profundidad.

Cuando lo trasladaron al hospital de la localidad donde residía, y tras una concienzuda exploración para encontrar el motivo que generaba su problema, los integrantes  del equipo médico descubrieron algo sin precedente alguno. Por motivos aún sin determinar, quizá por una prolongada exposición a los aditivos alimentarios, quizá por ser constantemente irradiado por aparatos emisores de ondas, o quizá por otro motivo, el organismo de César estaba especialmente diseñado para sobrevivir a pleno rendimiento exclusivamente en entornos urbanos, perjudicandole notablemente los espacios rurales, pues su organismo se sustentaba por el aire polucionado, la contaminación acústica y las ondulaciones de distintas frecuencias  el batiburrillo de elementos nocivos para el organismo humano, excepto el suyo, que extraía la energía para vivir de todo ello, tan dañina para el resto de individuos, siendo dañado por el aire puro, y los elementos naturales de otros entornos.

De  modo que César acertaba al afirmar que él era un animal urbano, aunque nunca hasta ese momento fue realmente consciente de hasta que punto era cierta tal aseveración, tanto, que escapaba a su propia comprensión, era un ser generado por los propios entornos urbanos.

2 comentarios:

  1. Una realidad, el hombre y sus causas...

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  2. Tan adaptado estaba César a su entorno urbano que lo puro le causaba daño.

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