sábado, 29 de septiembre de 2012

Debates sorpresa





Otra vez que he caído en la trampa, me sucede una y otra vez, es que no aprendo la lección, con lo fácil que resultaría teóricamente estarme calladito, pero no, siempre vuelvo a caer, siempre pico.

Hay personas que son todo tensión, si nop en su personalidad, sí en ciertos comportamientos o costumbres concretas, que se pone de manifiesto en cuanto interactúa con otras personas, especialmente en las conversaciones.

Aventurarse a entrar a dirimir cualquier cuestión con una de estas personas, es comparable a zambullirse en un mar de lava, sabes que acabarás algo churruscado, pero por alguna estúpida razón te lanzas de todos modos, porque resulta que gustan  frecuéntemente, intencionadamente o no, de sembrar el terreno para propiciar malentendidos, lo que hace que esas conversaciones se asemejen a una suerte de suplicio, haciéndote desear no haberte atrevido jamás a aventurarte en semejante berenjenal. Y eso, en el supuesto de que se te permita meter baza, por que suelen hablar sobre todo ellos sólos en su monólogo con un amplio repertorio de perogrulladas de libro, monólogo que se extiende en el tiempo, no escuchando nada más que su propia voz, a la que tan aficionados son.

Esa es la tónica habitúal de esas situaciones, en las que además has de esforzarte el triple para poder intervenir, y que con suerte, te oigan, y te hagan algo de caso, eso es lo peor, tener que adaptarte a esa burda metodología verbal, que consiste principalmente, en elevar el tono de voz, interrumpir a los demás en su exposición de hechos y opiniones, no atender a razonamiento ajeno alguno, y hacer hincapié en los más viejos y manidos tópicos, que ya hace tiempo que fueron rebatidos, pero su cerrazón transitoria no les permite salir de esos márgenes, e incluso escuchar el mensaje que se le quiere transmitir, no digamos ya nada respecto a la comprensión de dicho mensaje.

Para concluir, lo que en un principio debiera ser una conversación plácida distendida en la que los interlocutores se enriquecen mutuamente, se convierte en una pelea de gallos. Es como protagonizar uno de esos falsos debates de la televisión, en los que sólo destacan quienes más vociferan y descalifican a los demás de entre todos ellos.

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