viernes, 9 de mayo de 2014

Memorias felinas







Me llamo Mushi. Tengo cinco años, aunque este dato era desconocido para la gente con la que vivo hasta hace poco. Dicen que soy siamesa, pero yo no me lo creo. Sé que nací en un pueblo de Asturias.

Ahora mismo estoy golpeando con mis patas en este aparato, escribiendo desde donde tantas veces he visto a Javier enfrascado. Es bastante fácil, no se porque se altera tanto cuando algo falla. Si se borra, se vuelve a empezar y ya está. Estos humanos se estresan por minucias.

Por si alguien aún no se ha dado cuenta, soy una gata, de la orgullosa y elegante especie de los felinos. Pero una gata que sabe mucho acerca de la peculiar humanidad.

Este, en donde ahora me encuentro, es el lugar perfecto para mi. Aquí no tengo más que dejar oir mi voz para recibir toda la atención. Hice bien en adoptar a estos ejemplares humanos e instalarme con ellos en nuestra casa. Tengo todo lo que necesito, incluso todo lo que me da la gana, podría decir. Mi propio rincón que en realidad es toda la casa. Nada me está vedado. Sillas, camas, sofás, todo está a mi disposición.

La comida es de primera. He dejado de conformarme con salchichas precocidas, y he pasado a bocados mas selectos. Que le voy a hacer, soy una gourmet irreductible. Culaquier día pediré que cocinen algo para mi, algo exquisito.

Aquí puede hacer lo que me venga en gana sin cortapisas, con una única condición, que sólo me afile las uñas en una especie de alfombrilla adquirida expresamente para ello. Por mi estupendo,si sólo me piden eso. No deja de ser un auténtico chollo.

Me acuerdo cuando  me los encontré por vez primera, hace años. Todo empezó cuando yo andaba por las calles, buscándome la vida como podía. Era una vida emocionante, pero había días en los que creía que no lograría sobrevivir. Hambre, frío, y peligros.

Un día, me adentré en una zona que aún no conocía, en la que había una casa con la puerta abierta. Me asomé, y salí otra vez antes de ser vista, no sin antes advertir que los de esa casa echaban comida para nosotros, los gatos.

En los días siguientes volví a visitar aquel lugar, en el que sabía que había algo para mi y para otros. Se corrió la voz, y toda la población felina de la zona acudía allí a comer diariamente, yo entre ellos. 

Empecé a prolongar mis visitas allí, llegando incluso a entrar en la casa, lo que no pareció incomodar en absoluto a sus habitantes. En uno de esos díasde duro invierno, incluso me permití echarme a dormir un rato allí con total tranquilidad. Cogí el hábito rápidamente, puesto que los habitantes de la casa me inspiraban confianza y así estuve durante semanas. Iba a la casa para comer y dormir una siestecita, y luego me iba a corretear por ahí. Hasta el día en el que decidí cambiar de hábitos. Un buen día entré en la casa, y ya no me apeteció marcharme. Agua, leche y comida, más un cómodo cojín para mi sola era demasiada tentación para mi tras tantos días de ayuno forzada por las circunstancias que había pasado anteriormente.

De esa forma, decidí instalarme allí definitivamente. Era un entorno muy apetecible, aunque tuvieran perro, un perro no muy grande ni fiero, pero si un poco gruñón y maniático al que mi presencia allí no convencía del todo. La reticencia de aquel perro resultó ser una pose temporal más que otra cosa, una de sus excentricidades. Al cabo de poco tiempo nos convertimos en compañeros, la afición a la comida nos acercó, llegando incluso a planear estratagemas  entre los dos para que los humanos nos dieran un poco más. Así, al cabo de un tiempo compartíamos el mismo espacio, techo comida, y hasta cama. Su cama era muy grande para el solo, y tan cómoda que que nopodía resistirme a colarme en ella con el, lo que no le importaba siempre que no le despertase.

Todo aquello era como el cielo abierto para mi. Me despedí de los días malos, del malvivir, pasar frío y hambre, y mojarme tirada en la calle en los días de lluvia, con una molesta y enojosa sensación al notar las gotas sobre mi.

Aquí continúo, en donde tengo el sustento garantizado, una cómoda cama, arrumacos, y toda la casa para mi uso y disfrute. Cuando me apetece duermo, y si tengo hambre maullo y todos acuden a ver que es lo que quiero. Sólo echo de menos a aquel perrillo blanco, que refunfuñaba a menudo y ya no está, desgraciadamente. Fue quien me enseñó  la mayor parte de lo que sé sobre el mundo de los humanos. Me reveló todos los trucos para conseguir lo que quiero, ya que tenía más de 14 años de experiencia y mucha habilidad para obtener lo que quería. Dicen que me comporto un poco como él. Ojalá estuviera aquí, le echo de menos.

Esta es la historia de mi vida. De vagabunda a reina de la casa. Aquí disfruto de refugio seguro y comodidades.  Agua, alimento, y atenciones por parte de mis compañeros humanos, con los que comparto a menudo todo, incluido los divertidos juegos con unas pelotitas que me han hecho. Pero me gustan más los cordones, me encanta perseguirlos y atraparlos. 

He acertado de lleno adoptando a estos humanos, a los que ya conozco bien, y nos hemos amoldado mutuamente de maravilla. Ellos, a veces se preguntan si es posible que haya estado anteriormente en otra casa, seguramente a causa de mi agradable trato y mi natural encanto. Sea como sea, tanto si estuve como si no, nadie lo sabrá. Una gata tiene que guardar sus secretos.

7 comentarios:

  1. Así que es la gata... ya me parecía a mí que escribías "demasiado" bien... Saludos, Javier & Cía¡

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  2. Gatos e o mistério. Fascinantes!

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  3. gatos fascinam pelo mistério que transmitem. o passo calmo. o olhar. gatos.

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  4. Una entrada muy divertida. Me gustó como te pusiste en la piel de la gatita. Es una luchadora, merece ser ahora la reina de la casa.
    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias,Sandra. Era inevitable, la gata es la que manda en casa ahora. :) Un saludo!

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  5. Jajajaja que historia mas bonita. Me sacó muchas sonrisas. Son de listos. Si hablasen...
    Felicitaciones, besos
    (Tengo mascota) ;-)

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    1. Gracias. Tiene mucha afición a jugar con bolígrafos, seguro que cuando no miro, anda escribiendo por ahí. Un saludo :)

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