martes, 25 de marzo de 2014

Liberación-3






-No, y no! No habríais podido decidir nada más idiota!

Era lo mínimo que Nico podía decir en aquella irritante ocasión. Era ya la quinta asamblea de la comunidad de vecinos. Como las últimas veces, se había decretado una derrama. Ya se juntaban varias, y con esta ya rebasaban todos los límites. Después de 30 años de dejadez, el presidente actual quería reformar el portal por completo, con los miles de euros que coste que aquello supondría. Daba la impresión de que a algunos de los vecinos les sobrara el dinero, aún siendo como el de clase obrera.

Nico estaba convencido de que aquello era idea del presidente, y que el vino peleón había hablado por el , ya que era bien sabido que se sumergía en él a diario. Nico vio con horror como los retrasados mentales de los vecinos votaban a favor de la gilipollesca decisión del presidente. Ya había aguantado sin protestar que le sangraran las anteriores ocasiones, como en el arreglo del ascensor o el de los tejados, y la instalación de un elevador en el portal para el que tardaron años en entregar la llave a los vecinos, pero que se obró a toda velocidad. Nico no pensaba continuar tirando su dinero en un pozo sin fondo. Era demasiado para su economía y la de cualquiera, además de ser completamente innecesario.

-Muy bien, ya habéis votado. Sólo yo estoy en contra- Dijo Nico- Seguiré pagando la cuota de la comunidad, pero no este estúpido capricho. Pagadlo vosotros, si queréis vender vuestro piso a algún pardillo que se deje engatusar por un portal nuevo.

Tras dejar claras sus intenciones a los vecinos, entró en el ascensor, y se fue a su casa. No tenía ganas de seguir viendo a aquella gente, a la que empezaba a coger un poco de manía, incluso asco.

Ese día, que tenía libre, aprovechando la agradable sensación que le produjo el aguar la fiesta del despilfarro comunitario, aprovechó para echarse una pequeña siesta, apagando timbres y teléfonos previamente para no ser importunado por nadie ni por nada.

Al despertar, casi dos horas mas tarde, se sintió pletórico de energía. Salió a la calle a recibir un poco de sol, que se veía espléndido desde su ventana-

Quiso darse un capricho, y se dirigió a una tienda de discos. Le apetecía escuchar un clásico contemporáneo para los próximo días, y el disco elegido fue el White Album de los Beatles. Al salir de la tienda, con la sonrisa puesta, llamó a un viejo amigo, a tiempo para recibir la feliz noticia de que pronto sería padre por vez primera y poder felicitarlo por ello, quedando en encontrarse pronto para celebrarlo debidamente.

Para rubricar su estado de ánimo, asistió a una sesión de cine en la filmoteca del centro cultural. Se deleitó viendo Amelié, una película que ya había visto antes, pero de la que no se cansaba y siempre disfrutaba, descubriendo nuevos detalles en cada visionado. Al salir de la sala, con el ánimo aún medio embebido en la película, vio que el cielo empezaba a oscurecer, pero aún no le apetecía irse a casa. Llamó a Sergio, para tomarse algo, y se fue derecho al Imperial, el bar que le quedaba cerca de casa. Así podrían echar un vistazo a un documental que iban a emitir en breve.

Cuando entro en el bar, le cambió el humor de repente, y maldijo entre dientes a todos los que allí estaban. Estaban viendo un maldito partido de fútbol. Para colmo, varios de sus vecino, incluído el presidente de la comunidad, estaban allí.

Le desagraba su presencia. Mucho. Siempre le habían desagradado, pero ahora más, y además no se iba a molestar en ocultarlo. Desde el incidente de la ducha veía las cosas, a la gente, con mucha más claridad que antes. Le jodía la presencia de aquella gente allí en ese momento, pero ya que había entrado, no iba a dar marcha atrás. Además allí era el lugar en el que había quedado con Sergio, que no tardaría en llegar. Cambiar de planes no era una opción. Era cuestión de ir pidiendo una cerveza, los malos ratos pasan mejor con un trago, pensaba Nico. Lo que parecía seguro es que se le había chafado el poder echar un vistazo a ese documental sobre Steve Jobs al que le quería hincar el diente. Tendría que buscarlo por internet, si es que lo encontraba allí... O quizá no...

El presidente de la comunidad, Emilio, tenía pinta de helado de nata y fresa, o más correctamente de nata y vino, en el que se remojaba interiormente en esos momentos. Pelo blanco, cara colorada, y una gran nariz incrustada en medio de la cara. Con casi sesenta años, y los ojos achispados, ser presidente de la comunidad de vecinos era lo más alto a lo que había llegado en la vida. Esa tarde, celebraba la victoria de su equipo, porque las suyas simplemente no existían. A Nico, ese tipo le daba vergüenza ajena entre otras cosas.

El barullo futbolero comenzaba a enervar a Nico. Al terminar la primera parte del encuentro, no perdió un segundo para llamar a la camarera para pedirle algo:

-Perdona, podrías cambiar de canal un momento? Es sólo para ver un trocito de un documental.

-Es que los señores están viendo el fútbol.

-Sólo será un minuto, para ver si es nuevo, o si ya lo he visto. Además ya ha acabado la primera parte.

-De acuerdo, aquí está el mando. Pero se pondrán nerviosos si se les cambia de canal.

-Gracias, seré muy breve, ni lo notarán siquiera.

Nico, cambió de canal mientras lo futboleros iban al servicio o pedían otra ronda. Aprovechando que todos estaban distraídos, abrió la tapa del mando, sacó una de las dos pilas y volvió a cerrarlo rápidamente, tirando la pila que había sacado al cubo de la basura de dentro de la barra. Con cara de no haber roto un plato, dejó el mando al lado de su vaso.

En menos de diez minutos, aquella pequeña turba empezó a dar muestras de ponerse nerviosa, mientras las discreta pareja que estaba sentada en una mesa permanecía ajena a todo, excepto a su propia conversación.

El cabecilla de los que querían ver el partido , Emilio, no tardó en divisar a Nico sentado a la barra. Se le acercó con un caminar influido por las uvas fermentadas de padres desconocidos que trasegaba sin piedad para su hígado. Se dirigió a Nico sin disimular su malestar:

-Vaya, hombre! tenías que ser tu el que cambiara de canal. Venga, trae acá ese mando y deja de joder la marrana!

-Ahí está, al lado del vaso. Cógelo tu mismo y no invadas mi espacio!- Respondió en el mismo tono, para hacerle ver su nula capacidad intimidatoria.

Emilio volvió con el mando en la mano al otro extremo de la barra, donde le esperaban sus congéneres. Y fue en ese momento cuando todo se descontroló. Las cosas se aceleraron en un segundo, los acontecimientostomaron una velocidad de vértigo, que ni Nico ni los demás podían controlar.

Unos infructuosos intentos de cambiar de canal para volver a poner el fútbol. Risotadas de Nico desde su taburete ante la frustración futbolera. Heréticos juramentos al descubrir Emilio el mando con una sola pila, y la explosión subsiguiente: Un vaso volador estrellado en la cara de Nico, que le nubló por completo la vista, pero que no le impedía sentir la lluvia de hostias en su cuerpo. Gruñidos y gritos desde varios puntos del local en una espeluznante sincronía. Cristales rompiéndose, y taburetes y sillas cayendo furiosamente. Viejas y nuevas furias derramándose contra Nico.

En ese momento, Sergio entró al bar, acompañado de su novia, y del hermano de su novia, y presenciando el espectáculo que tenía lugar en aquel local, un espectáculo digno de historieta. Una pareja encogida tras una mesa mientras miraban con miedo a un grupo de cinco personas emprendiéndola con Nico, que estaba en el suelo vociferando, mientras la camarera gritaba por teléfono a no se sabe quien. Sergio actuó rápido para atajar la situación, con el hermano de su novia, y tras hacer una seña a la camarera, lograron arrancar a Nico entre los tres de las garras de sus agresores. Lo sacaron del bar, y lo metieron en el coche para ir al hospital, no pensaba esperar a ninguna ambulancia, Nico parecía sangrar por la cabeza. Esa noche la pasaron todos en urgencias.

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