lunes, 6 de mayo de 2013

Descarriado






Que le iba a hacer, él era así, por naturaleza, y las personas no pueden esperar que la naturaleza elemental de una persona se transforme por completo. No es así como funciona el ser humano. Sabía que no era algo perfecto, pero al menos era él mismo. Así era como siempre había vivido Fermín, con su propia forma de hacer las cosas, no sabía como era el tomar a otros como referencia, él siempre había ido a la suya, aunque los demás pensaran que era un viva la virgen. El no lo veía así, era un artista, no un funcionario, y tenía que seguir sus propios designios, no los de los demás.

La ventana le devolvía su reflejo, se vio a si mismo, con su pelo castaño, y sus gafas de pasta, sosteniendo un vaso con  en su mano derecha, y en la otra un lápiz, con un cigarrillo entre sus labios. Vio su propia imagen y sonrió. Hacía un día espléndido, y había que disfrutarlo, no lo iba a desperdiciar en casa atado a la mesa de dibujo.

Hacía poco en la redacción de la revista donde trabajaba, Tantrum Magazine, una especie de revista de comics de autores no demasiado conocidos, del tipo de las que hubo en el pasado, como el Víbora o Cairo, se había celebrado una reunión entre los socios fundadores en los que uno de los integrantes del equipo creativo, debía abandonar la empresa, por no concordar con el estilo de la revista. Durante un tiempo, creyó ser él quien debía irse. Aunque finalmente fué otro el que abandonó la empresa, o más bien la empresa prescindió de el,  Joaquin, un ilustrador muy peculiar, todos los dibujos que hacía eran muy exagerados, con chicas excesivamente neumáticas, y hombres hipermusculados, muy visuales, pero que no aportaban nada al conjunto. Fermin por el contrario, no era  un dibujante muy preciosista, pero sus creaciones destilaban dinamismo y expresividad, además, hacía tiempo que él mismo entintaba sus propios lápices, y era rápido, en un sólo día podía dibujar cinco páginas, no sólo con un guión, sino con un simple argumento general, el mismo desarrollaba una historia completa casi desde la nada. Era un socarrón contador de historias, con una fuente inagotable de ideas para las mismas.Tal era su habilidad, por eso le perdonaban sus imperfecciones.

Sus pequeñas imperfecciones, eran las que le llevaban a la barra de algún bar, o las que le empujaban a perseguir algunas faldas. Como él decía, era un pecador impenitente, y es la vida había que probarla, no sólo dibujarla, siempre encontraba excusa, para distraerse del trabajo, y encontrarse entre dos tragos, o yendo de cama en cama, cuando no estaba probando alguna que otra sustancia para "inspirarse activamente". De esa forma, sus editores, con el corazón en la boca, no recibían sus originales casi hasta el fin de la fecha de entrega, le gustaba demasiado llevarles de susto en susto, no podía evitar disfrutar la cara desencajada que le ponían.

Como trabajaba en casa, en su mazmorra, como el decía, no tenía que someterse a ningún escrutinio, como en otros lugares en los que había estado, y es que no tenía espíritu de funcionario, solamente se adaptaba a un ritmo de trabajo y una disciplina, la suya propia, y ninguna más, era el único que trabajaba desde casa de toda la revista, pues él era el espíritu que la vertebraba, eso lo sabía muy bien, pero ya estaba necesitando pastos más verdes que una pequeña revista mensual, y necesitaba mayor libertad creativa, no ceñirse al guión, seguir sus propias ideas. Por eso había contactado y negociado con Phantastix Comics, para conseguir lo único que no había logrado y ansiaba, que los personajes que creaba fueran suyos, y no propiedad de la editorial, que se tragaba todo lo que salía de su mente como si fuera un agujero negro, en esa editorial tendría derechos sobre sus personajes e historias, además de un porcentaje en los beneficios del merchandising.

No tendría problema para irse de Tantrum Magazine, no tenía un contrato en exclusiva, trabajaba como freelance. Tan sólo quedaban dos semanas para irse, tendría que decírselo a su editor, pero al igual que con los dibujos, no resistía la tentación de experimentar el placer de verles la cara cuando llegara el momento, de modo que se lo diría el mismo día, con una copa en la mano, para celebrarlo. De paso, le diría a su editor, que se lo había pasado muy bien con su mujer. Se miró al espejo de nuevo, desde la barra del bar en donde estaba, e imaginando la futura situación sonrió picaramente.


2 comentarios:

  1. Un final malévolo y vengativo, con su buena dosis de ironía, para un relato muy bien llevado, Javier.

    No me soltó desde un principio y eso, no es muy común que me ocurra porque soy inquieta como lectora.

    Me voy contenta.

    Namasté.

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