domingo, 10 de febrero de 2013

Rumbo a los sueños





Harto ya, si, realmente Mario se había cansado de la vida que le era ofrecida en la pequeña ciudad gris, ciudad que no le ofrecía ningún aliciente ya desde hacía bastante tiempo, antes al contrario, comenzaba a notar un opresivo ambiente que se percibía por donde quiera que mirara. Viviendo allí se sentía, cada vez más, como un hamster en su jaula, dando vueltas sin fin en su ruedecita.

Su descuidada y pelirroja barba lanzaba destellos intermitentes, bañado en los escasos rayos de sol de aquella mañana de invierno. Realmente, le sentaba bien el sol, era una necesidad vital para el, como el oxígeno al respirar. Le gustaba notar el sol en su cabeza, sentía como si le acariciara su corto pelo. Era de natural friolero, con lo que caminaba un tanto encogido, pareciendo ser un poco más bajo de lo que realmente era, camuflando así su estatura media. Estaba harto del frío, un frío que se te colaba por dentro y parecía querer anidar allí por siempre. Quería ambientes y personas cálidas, no más frialdad, frialdad que podía helarte hasta el alma.

La decisión estaba tomada, comenzó como un ligero pensamiento de pasada, pero algo acabó revolviéndose en su interior, despertándolo de ese semi letargo en el que estaba sumido, ese entumecimiento en el que vivían actualmente todas las almas que componen el grueso de la sociedad. Y ese chispazo inicial, fue generado al haber conocido a una persona excepcional, fue su propio fuego interior, que ni el tiempo ni la vida logró extinguir, el que consiguió volver a encender el suyo propio.Era hora de intentar vivir como un autómata, de dejar de obedecer a la maquinaria que destruye sueños e ilusiones, que desgarra las almas y rompe corazones, maquinaria de esperanzas pisoteadas, que roba a las personas su humanidad. Fábrica de personas aisladas, aisladas en sus trabajos, aisladas de sus familias, amigos, sin relación con nada de lo que sucede. Y cuando eso sucede, emerge una ruptura espiritual, abandonado  en ningún lugar, donde nada ni nadie tiene importancia. Y eso era algo que Marcos no podía permitir que sucediese. Había llegado la hora de reaccionar, de obrar en consecuencia con lo que pensaba, con lo que sentía.

Ahora tocaba una despedida de un amigo, antes de emprender viaje, ya solo quedaba eso, despedirse de Miguel, su mejor amigo, y su compañero de piso, sabía que no estaría muy de acuerdo con su decisión, pero la aceparía. Miguel era el ciudadano modelo, incluso tenía aspecto de ello, gafas, pelo perfecta y milimetricamente peinado con raya al lado, camisa, y traje, siempre impecable, en su aspecto y comportamiento.

Llegó a la cafetería en donde habían quedado, Miguel ya estaba allí, siempre a la hora en punto, cogiendo la taza que le aѣababan de servir con suma eficacia, como todo lo que hacía, una especie de precisión inhumana que a Mario le sacaba de quicio.

- Ya estoy aquí, Miguel

- Oh, vaya, has llegado diez minutos tarde. Te pido un café?

- No, me voy enseguida. Ya has encontrado algún candidato válido  para compañero de piso?

- Si, mi hermano anda buscando un lugar en donde meterse. Es el candidato perfecto, soy el hermano mayor. Dime una cosa, en serio piensas irte?

- Sabes que si, hoy mismo comienza mi viaje.

- Lo has pensado bien? Tal y como yo lo veo tienes pocas posibilidades de lograr lo que persigues.
-Ya lo sé, ahí está la gracia, no espero conseguirlo sin pelearlo, no soy tan fantasioso como crees, pero dime tú una cosa, que crees que me espera aquí, vendiendo teléfonos móviles con un contrato temporal, en el que cada día puede ser el último?

- Vale, no te enfurruñes, solo quería decirte que me parece demasiado arriesgado lo que pretendes, irte a otro país, con una mano delante y otra detrás. Y aún más para entrar en ese mundillo en el que te quieres introducir, en el de las artes, nada menos, que moral tienes.

- Tengo estudios de ese campo, como ya sabes, además de aptitudes y experiencia para ello, no estoy precisamente desvalido.

- Lo sé, Mario, pero no podía dejar de intentar desanimarte para que te quedaras, no quisiera que te estrellaras. Te diré, entre tu y yo, que deseo que lo consigas, pero si dices que te he dicho esto, lo negaré.

- Ja ja ja, gracias, viniendo de ti, es todo un halago, espero que suceda, haré todo lo posible por ello,todo lo posible, y más. Bueno, me pongo en marcha. Miguel, un abrazo que me acompañe en el viaje.

Se abrazan, se despiden. Mario sale de la cafetería aún riéndose por dentro. A pesar de lo cuadriculado que parece Miguel, realmente es un sentimental, pobre, no quería que se fuera. No quiso mencionarle que le había visto los ojos húmedos. Casi le daban ganas de quedarse, y al menos aplazar su viaje, pero no, no se lo podía permitir, porque era hora de volar a otras fronteras, de decir adiós a los sinsabores cotidianos de la vida gris que aquí llevaba. Quedarse sería transigir una vez mas, y supondría marchitarse en una insípida existencia, dejarse consumir por una no-existencia fría y deprimente.

Mario se cansó, se cansó de vivir con miedo, a perder cosas que nunca tuvo,  miedo a lo desconocido, cuando lo que aún no conocemos puede ser promesa de mañanas mejores. Al final, se acaba por poner en marcha lo que durante tanto tiempo sólo existió en la imaginación. Para dejar de vivir en blanco y negro, para ir junto a la gente que, con tan solo su existencia, y armados únicamente de su sonrisa, llenan de color la vida, inigualables compañeros de viaje, y el destino deseado. Así como las diferentes etapas del mismo, que el adivinaba enriquecedoras y reveladoras de muchas cosas, entre ellas, de sí mismo.

De modo que ligero de equipaje y de prejuicios, con la mochila y el corazón llenos, sintiendo por anticipado el calor del sol y la frescura del viento en el rostro, se dispone a salir de aquí buscando su lugar, y complaciéndose en la misma búsqueda, porque sabe que su pequeño hueco en el mundo, está por allí, en algún lugar, junto con las personas afines, y su interior pugna por salir a buscarlo, de modo que, sin  poder resistir ese fortísimo impulso por más tiempo, con tan solo una mochila, y toda la ilusión y el entusiasmo del mundo, despojado de el peso de los convencionalismos, sale a la carretera, preparado para experimentar ese cúmulo de sensaciones e ideas, de experiencias del camino, en coche o barco, a pie o en avión.Decidido a llegar a California, su paraíso particular, para luchar por sus sueños. Los sueños, ese material con el que la realidad se construye. Porque para Marcos, como para otros como el que encontraría por su caminar,  la verdadera vida no consistía en rendirse, la vida nunca había tratado sobre la rendición.

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