lunes, 19 de noviembre de 2012

La lucha interna






Eternamente, una y otra vez, es una lucha sin fin. Una lucha interior por la supremacía, por ver quien gobernará el control del cuerpo y de los actos, de las palabras que saldrán de ti.

Son los dos perennes contrincantes, cerebro y corazón, que cada uno de ellos trata de llevarte a su terreno a la mínima ocasión, en un interminable tira y afloja del que nunca estamos libres, no importa si somos niños, o adultos, es un hecho que siempre se va a producir.  Son casi siempre dos eternos contrincantes, que esperan agazapados en su esquina del ring, que es el mismo ser en el que habitan, esperando que suene la campana, para volver a enzarzarse en cruento combate.

Y aunque la lucha entre los dos nunca cesa, hay momentos en los que uno de los dos parece tener completo dominio de la lucha, en una guerra sin fin, siempre hay batallas que se ganan, y otras que se pierden. La mente, el cerebro, es un poderoso instrumento del ser humano, que nos ha permitido avanzar, y evolucionar, pero el corazón... El corazón es un animal muy astuto, y muy poderoso, y sabe ver, de otro modo, pero tan bien como el cerebro, que es lo que necesitamos, y no se detiene en análisis, ni intenta racionalizar la situación que nos envuelve, es él quien nos impulsa a dar el paso hacia lo que queremos, resolviendo rápidamente en no pocas ocasiones, las cosas que el cerebro, con las vueltas que suele dar sobre un mismo tema, tardaría más.

Lo ideal, sería que ambos, en lugar de luchar constantemente, se unieran, sincronizasen su funcionamiento y abordaran objetivos comunes, pero ese es un raro fenómeno que pocas veces se produce. De modo que debemos seguir alternandolos, aunque, en el caso de quien os escribe estas líneas es que el ganador de las batallas de los últimos años es el corazón, quizá decidí dejar de planificar milimetricamente las cosas, porque nunca salen como las planeas, de modo que me dejo guiar por la que en mi es  más fuerte de las dos facciones, el corazón, instintivamente, para ver a dónde me lleva, y no lo debe de hacer mal, pues aún sigo vivo y dando la tabarra. Por cierto, el cerebro también lo desempolvo y utilizo en ocasiones, aún sigue combatiendo, no se ha rendido, pues a veces pienso, y hasta se me ocurre alguna que otra idea.

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