sábado, 13 de octubre de 2012

Llueve






Llueve, una vez más, ya se ha materializado el final del verano, pienso, mientras camino por entre baldosas humedecidas. Veo la gente cruzando las calles, corriendo a buena velocidad, lo que me parece una reacción exagerada para la escasa intensidad de la lluvia, reconozco que echaba de menos la sensación, que he salido en su busca, en busca del roce de las gotas, sobre mi, para sentirme regenerado, de algún modo. Una fina lluvia, como este clima nos tiene acostumbrados. Un día lluvioso, pero provisto de cierta luz, uno de esos días en los que la lluvia, a diferencia de otras ocasiones no ruge furiosa con un viento fuerte, sino que acompañadas de una suave brisa, las gotas te acarician el rostro, dando otra imagen de la ciudad, una visión diferente, atemporal, en la que parece semidesierta de su población habitual, dejando todo el territorio a los que gustamos de callejear, contra viento y marea, tornándonos reflexivos, como la meteorología del momento, evocando momentos y lugares, y deseando la presencia de alguna persona, con la que disfrutar del momento, esos momentos en los que las húmedas y resbaladizas calles son nuestras, nuestras para deleitarnos juntos con la danza de la lluvia y el viento, que tocan y bailan su ancestral canción, siempre nueva y  fascinante. Esa lluvia, que tan molesta es para algunos, es un regalo de vida, en estado puro, que cae sobre nosotros desde las nubes, vida que nos limpia y nos renueva. Así, sin paraguas, sin escudos ni barreras que puedan impedir que sintamos en nuestro rostro y piel en toda su intensidad todo aquello que trata de transmitirnos.

1 comentario:

  1. Hermosa descripción de un día de lluvia, que al fín es la madre de la vida, auque algunas veces parezca molesta, sin ella no podríamos vivir.Saludos.

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