lunes, 29 de octubre de 2012

Elegía por un duende caído






El fin de un ciclo, tal y como lo veo. Mi escondrijo habitual de los últimos tiempos, ha caído, presa de la crisis, la mala gestión, o el motivo que sea. El Duende ha cerrado sus puertas por última vez, y algo ha cambiado en nuestras vidas, al menos un poquito, ya sea en la visión de la misma o en la forma de encararla.


No hemos perdido un bar, sino una serie de sensaciones, y un grupo de personas incomparables. Aterricé allí casi por casualidad, pero no tardé en hacerme habitual en los dos últimos años de su andadura, pasando allí días de todos los tipos. Lo que me atrajo realmente no fue su tosco mobiliario, ni su precaria ubicación, sino la compañía, un grupo de gente que con su color, y calor lograba que un frío y lóbrego local, se convirtiera en tu acogedor hogar fuera del hogar, todos sus asiduos hemos dejado allí parte de nuestras vivencias


Era un lugar donde podías sentarte a escribir, a leer, a charlar, con plena libertad, dado que no se llenaba demasiado, y disponías de un amplio espacio. No era el más elegante del mundo, pero era como entrar en un microuniverso donde todo podía suceder, y ahora, tras su definitivo cierre, que sobrevino como un relámpago, hemos quedado un poquito más huerfanos, de un local con una entidad propia e inimitable.

Descansa en paz, Duende, te has ganado un lugar entre los entornos legendarios ( A nivel local, al menos) Mientras, sus antiguos parroquianos, volveremos a encontrarnos en otros ambientes, aunque siempre celebrando el espíritu característico del Duende.

1 comentario:

  1. Un local de mucho potencial, echado a perder por la gestión de mierda de una directiva inepta.

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