viernes, 14 de agosto de 2015

Sucedáneo de arte




Es risible y esperpéntico lo de esa propaganda en la que dicen que las corridas de toros son arte o cultura. Es como decir que los prostíbulos son redes sociales, una burda trola en toda regla, vamos.

El arte y/o cultura es el vibrar entre las páginas de un libro, con una pintura cargada de belleza, con sugerentes fotografías o esculturas. Estremecerte con cosas que elevan a uno, que tocan lo más hondo del ser y lo inunda de la hermosura que puebla el mundo. Eso con las corridas de toros no es posible, únicamente puedes contemplar derramamiento de sangre ajena, lo que sólo sublima lo peor de la humanidad, ver como sufren otros seres vivos a manos de psicóticos hombrecillos, o remedos de seres humanos ataviados con ridículos ropajes, quizá para recalcar su caricaturesca psique de mutilada o extirpada sensibilidad. Ser torero es como ser asesino en serie, pero cobrando.

Embrutecedor espectáculo para deleite de los ya embrutecidos previamente. Eso es el toreo, lo que nunca llegará a ser un verdadero arte, como sostiene su pretenciosa y bobalicona propaganda. La triste verdad es que tan sólo es una tradición ancestral y sangrienta que debió aparcarse hace siglos. Un penoso sucedáneo de lo que algunos confunden con cultura y sólo disfrutan los que más desarrollado tienen el sadismo y el ansia de sangre. Quizá es que deban conformarse con eso porque el verdadero arte y la auténtica cultura quedan fuera de su esfera de interés y comprensión.

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