lunes, 9 de febrero de 2015

Vivir ardiendo







Toca el reloj del ayuntamiento. Campanadas de una hora que ya no importa demasiado. El dejó de correr atemorizado por la persecución de las horas, del tiempo. Corre ahora de su mano, dejando atrás una frialdad que nunca fue suya, que sólo era una prenda más que ponerse, algo que no formaba parte de su ser.

Su ser, un ser que un día estalló en llamas para derretir la mecánica gelidez que hasta el momento había regido su vida. Un corazón en llamas  es un corazón que late y vive con toda su fuerza.

Vivir ardiendo, corriendo en pos de todo, en primera línea aunque a veces le haga, daño, pero es un riesgo que prefiere correr, hay todo un mundo ahí fuera que quiere conocer, no quiere limitarse a ser un mero espectador, si no un partícipe activo de la misma vida.

Así, vive ardiendo, algo que para el es experimentar la existencia en su plenitud. El corazón es una sabia criatura, sabe que es lo mejor para el amor y la vida, que están intima, pero secretamente vinculadas. Sabe que la vida no es una sustancia que pueda ser dosificada con cuentagotas. Tiene que sentirse intensamente, no eludirse, buscar siempre el conocer directamente las cosas y salir al mundo. Por eso hace tiempo que derribó los muros y abrió las puertas.

Sentir es lo más importante porque eso es lo que es la vida, así es como recibe el conocimiento. Así es como es de verdad el ser humano, que sueña, imagina, crea , desea y ama.

Su corazón, con la complicidad de la mente,  sabe como conducirse, que apagarse no es vivir, tan sólo existir. No se pierde en estériles planificaciones milimétricas ni el lugares comunes. Evita los caminos trillados para crear uno nuevo. Para él, sólo arder es vivir. Sólo las intensas llamas de la pasión hacen que la vida sea una completa experiencia.

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