lunes, 3 de marzo de 2014

Los lugares en los que los vientos se cruzan





La lluvia cae con creciente saña sobre el plástico colocado sobre el patio de luces. Emite unos reverberantes sonidos, como si el mismo edificio gorgotease, quejumbroso ante los achaques de su vejez, extrañando los soleados días de 1959, cuando lucía plenamente orgulloso de ser la más vanguardista obra arquitectónica de la ciudad. Es una crueldad quedarse  a ver agonizar el lugar en cuyo interior se vive, así que Ángel sale de casa, al encuentro del agua que cae del cielo, dejando el espectáculo para otras presencias más sádicas, o menos sensibles, que de todo hay en esa antigua construcción.

Le abofetea el frío viento en cuanto pisa la calle, pero para la lluvia, Ángel ya estaba preparado, pertrechado con un pequeño paraguas para poder escudarse de sus acometidas, mientras avanza por las calles, atestadas de locales vacíos, negocios que murieron comatosos, y que nunca más nadie hizo el menor intento de reanimarlos, dejando sus cadáveres abandonados.

El viento trata enfurecidamente de arrancarle el paraguas a Ángel de entre sus manos, para dejarlo completamente a merced de la lluvia y de si mismo, lo que le hace pensar en pequeños barcos de vela, expuestos a los caprichos climatológicos.

Un escaparate le hace señas a Ángel, deteniéndose a contemplarlo, interesado en su contenido. Mientras mira a través del cristal, se da cuenta de que ha sido objeto de una emboscada, pero es ya tarde para el.

Sin haberse dado cuenta, ha llegado al lugar, o a uno de los lugares en los que los vientos se cruzan. Caóticos, arremolinados, desordenados, le golpean y le retuercen por dentro. Las cosas que fueron arrastrándose a un profundo de la mente, vuelven a irrumpìr violentamente.

Cuando los vientos se cruzan, el pasado y presente se encuentran a la vez en el mismo lugar, mezclado con los posibles futuros, o al menos, con algunos de ellos. Porque el futuro es un espíritu burlón en constante metamorfosis, cuya certeza no puede ser fijada jamás. Es como perseguir al humo, nunca se le consigue atrapar.

Ahora si, atrapado por los vientos cruzados, como aquel velero que se había imaginado, crudo y revuelto por dentro a causa del asalto de los vientos, de inexplicables, pero perceptibles efectos, tan sólo espero no acabar interiormente roto,. los vientos cruzados habían acabado con la cordura de muchas personas, llegando en algunos casos a destruir la mente por completo. Era un atípico fenómeno natural que enfrentaba a uno mismo con toda su trayectoria vital, algo que no es siempre fácil de soportar, sobre todo en casos de sujetos especialmente depravados.

El ataque cesó abruptamente, como aquellos que a Ángel le habían relatado, era extremadamente intenso, aunque breve. Los efectos que dejara en el, tendría que irlos descubriendo por si mismo.Puede que la mente se reorganizase como antes del ataque, pero no era probable, eso cambiaba a las personas para siempre. Quizá, en ese estado en que fantasía y realidad se superponían, pudiera aprovechar todo lo que el viento dejó al descubierto, pues si no había perdido la cordura, podría ofrecerle ciertas ventajas en cuanto a su percepción.

Tras cinco minutos apoyado en el escaparate-trampa recuperando el aliento, recogió el paraguas que se le había caído, y se metió en el primer bar que encontró abierto en aquella desapacible tarde. Se pidió dos de las cervezas más fuertes de las que el local disponía, para así paliar el trance que acababa de pasar.

Intentaba saber porque razón le había sucedido eso que parecía una leyenda antigua, algo que nadie creería si se atreviera a contarlo. Pudo ser un mensaje de la misma naturaleza, como si presintiendo que un gran vacío se aproximara intentase llevarse consigo a la mayor cantidad de seres humanos posible, los seres que la habían puesto al borde del precipicio, de tanto abuso. También podría ser que la naturaleza estuviese pidiendo ayuda ante ese inmenso peligro, y tratase de evitar la debacle, uno nunca podía estar seguro de que era lo que la naturaleza quería. Con un nuevo largo trago, Ángel pensó que pronto lo descubriría, que el momento estaba muy cerca.

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