sábado, 31 de agosto de 2013

Marta y María, un doloroso adiós




A Avilés le arrancan otro pedazo de su alma. El cine Marta y María, actualmente, multicines Marta, llevaba acompañando, y amenizando la ciudad desde el año 1948, y ahora, hemos de decirle adiós. La ciudad se queda huérfana de cines. Todas las salas que llegué a conocer, Chaplin, Almirante, etc... han ido desapareciendo en las décadas anteriores, por la encarnizada competencia de la televisión. Ahora, la última sala, que creíamos que perduraría, no tardará en cerrar sus puertas para siempre, por supuestos motivos de pérdidas económicas, a causa de, no ya internet, si no víctima de la propia industria cinematográfica, que siempre exige más desembolsos en cuanto a material e infraestructura por un lado, y por otro en cuanto a la falta de ideas, atreviéndose la industria a exponer producciones mediocres cuanto menos.

El negocio del cine se fagocita a sí mismo y las consecuencias se dejan ver de este modo, cebándose en las pequeñas salas, que dificilmente pueden sobrevivir en una creciente carrera tecnológica de 3D, y nuevas tecnologías, que requieren fuertes inversiones en las que sólo las más grandes cadenas pueden sostener.

Así es como en esta pequeña ciudad asistimos a un fin de ciclo, con el cierre de la histórica sala, toda una institución. Un acontecimiento del que somos testigos con una mezcla de incredulidad, estupefacción y horror. A ver cual es el próximo varapalo que nos aguarda en el futuro. Los ciudadanos de esta pequeña población hemos ido perdiendo demasiadas cosas relacionadas con la cultura. Además de la extinción de las salas de cine en la ciudad, las numerosas librerías que existían hace años, han ido reduciéndose, como dos de las que conocí en la calle Rivero, quedando allí solo, y espero que por muchos años, La Casona. También perdimos la de la Cámara, y la librería Isolda, frente al parque de las Meanas. Perdimos también la hemeroteca, otro bien cultural, y social. Ahora, desgraciadamente, otra baja más a contabilizar con el Marta. El economicismo se cobra nuevas víctimas a diario. Es una pena, una enorme pena, que se están desmantelando tantas y tantas cosas, no sólo por el bien cultural en si mismo, si no también por que es parte de nuestra misma historia, con entidad propia, que va mucho más allá del hecho de cerrar una simple sala de cine, con el Marta, se nos va mucho más.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Desde la habitación 426




Fuera del entorno habitual al que acostumbro, en esa pequeña urbe gris, me resulta más sencillo el poder escribir, sin la bulla que acostumbra a haber a mi alrededor, por lo que de esta forma, no tengo que utilizar lenguaje malsonante, ni estresarme, como suele suceder.

En la habitación 426 del hotel Lorelei, sentado frente a una Underwood de principios del siglo pasado, no me resisto a dejarme llevar por las historias que la misma evoca. Esa máquina, testigo del tiempo, y superviviente del ajetreado siglo XX, sigue aún en plena forma, y me transmite de manera vívida las imágenes que ha ido presenciando y compilado, transportándome a otros tiempos, en otros lugares, lejanos y diferentes a este, a través de su rítmico cantar, y su aroma de tinta.

Ahora mismo me encuentro en otra población, no demasiado lejana a la habitual, una población cuyo nombre se diluye en mi mente, porque el nombre realmente no importa. Podría, perfectamente, encontrarme en la California de los años 50, mientras deambulo y exploro sus calles y gentes, perdiéndome, para volver a encontrar mi ruta actual, una ruta transitoria que me conduce al gran cambio, y eso me conducirá a ser más consciente para asumir, en lugar de resistirme, a mi papel de marciano en la tierra, extranjero en todas las localidades del mundo, al fin, asumir mi pertenencia al mundo, y no a ninguna de sus poblaciones en particular, haya nacido donde haya nacido.

Mi estancia en la habitación 426, me ha dado la gran ocasión de poder decidir el romper las cadenas que me atrapan. Esta vez, no se trata tan sólo de desearlo, y escribir sobre ello. Esta vez, es definitivo, la obra acompañará a la palabra.

Desde la 426, mi plataforma de arranque, salpicada  con reveladores vagabundeos, e intensos y vigorizantes calores, se ha determinado tirar los miedos, despojarme de mis propios escollos, como el lastre que en realidad son, y finalmente me alcanza, el anhelado aliento e impulso para despegar, y echar a volar, sin dudarlo un instante más, por la ruta que he decidido surcar.

martes, 20 de agosto de 2013

Cuando la cabeza se dispara, y la mente explosiona







Es como un natural mecanismo de defensa biológico, si es que no es eso exactamente. Se produce cuando lo rutinario, lo anodino, y aburrido, amenaza con invadirnos, entonces, es cuando... salta, carga y explota!

Nuestra mente sabe detectar ese tipo de cosas, identifica rápidamente las señales de peligro, y ante la amenaza de lo gris, produce explosiones de colores en forma de ideas creativas que llevar a cabo. Unas ideas que, una vez materializadas, devuelven algo de color y belleza que extraemos de la vida.

Aunque a muchas personas esas coloridas explosiones les parezcan heréticas, son también beneficiarias de las mismas. Esas ideas, y su consecución, han sido, y seguirán siendo, lo que ha conseguido que el mundo avance, salvándolo del estancamiento.

De modo que no reprimáis vuestra mente, y dejad que las explosiones se sucedan, será beneficioso para todos.

lunes, 19 de agosto de 2013

Prisionero






En su celda-habitación, sentado en el camastro, ejercita la memoria, recordando el día en que llegó, como unos tres meses atrás, cuando le pillaron a traición, por la espalda, con un táser que le dejó fuera de combate. No tuvo ni la más mínima ocasión para huir, o tratar de ocultarse. Se había confiado demasiado. Debió haber previsto algo así, pero no creía posible semejante encerrona. No había supuesto que le estarían esperando para interceptarle.

Ahora, debía encontrarse en alguna instalación, que con toda probabilidad no figuraría en ningún registro oficial, ubicado en algún rincón de Europa. Una especie de Guantánamo ultrasecreto destinado a hacer desaparecer y silenciar a personas como el. Puede que se precipitara al salir en los medios declarando que tenía abundante información sobre los abusos de poder, y otras atrocidades, del gobierno y de empresas asociadas. Si, ahora se da cuenta de que filtrar la información era el primer paso que tenía que haber dado, una vez hecho eso, hubiera sido mucho más difícil para ellos ocultarlo todo. Ahora le habían encerrado y tirarían la llave.

Levantó la vista hacia las transparentes paredes que formaban su prisión, consistente en una cama, y un pequeño baño, todo a la vista de sus captores. Un lugar donde todos sus movimientos estarían siendo monitorizados. Hacían patrullas de cadencia aleatoria para observarle de cerca, y las luces de vigilancia automatizadas le eran bastante molestas.

Aunque apenas lo habían interrogado, en una sala blanca, estaba seguro de que habrían revuelto todos los lugares que sabían que frecuentaba en busca de la información que decía poseer, para así impedir su divulgación, y enterrarla donde nadie pudiera verla, como habían hecho con el. Pero no la encontrarían, porque la había dejado en manos de otra persona, una persona a la que no podrían encontrar y encerrar, como le habían hecho a él, una persona que se encargaría de revelar toda la verdad cuando llegara el momento. Y a esa persona, no la podrían tocar. Si hubiera hecho copias y hubieran encontrado alguna, ya no estaría vivo, le habrían ejecutado.

Cuando todo saliera a la luz, ya no podrían hacer daño a nadie mas, pues iban a caer, y no podrían recuperarse. Se iba a hacer justicia muy pronto. De todos aquellos criminales que se guarecían en las sombras del poder, muy pronto el mundo entero sabría de sus nombres, y sus abyectas actividades. Eso era lo que hacía que no se derrumbara, lo que le conservaba entero. Pronto vería los resultados de sus desvelos, y se acabaría ese encierro, ese secuestro al que le tenían sometido.

sábado, 17 de agosto de 2013

Una historia como otras muchas





Al principio de la vida, las personas tienen intacto el corazón, pero con el paso del tiempo, y con el uso que se le da, muchas veces se convierte en una especie de puzzle. Un puzzle que, a fuerza de tanto montarlo y desmontarlo, acaba por perder alguna de sus piezas en el proceso.

Un sonido apenas audible, como un suave crujido. Son los corazones que se rompen diariamente en el mundo. Es un crujido cargado de tristeza. Pero algunos dicen que es mejor que sea así, porque eso es señal de que funcionan, de que han querido con toda su fuerza.

Dicen que eso, es que sus portadores se atrevieron a dar el paso hacia lo que querían a pesar del gran riesgo que ello conlleva, el mayor desafío que una persona puede abordar en su vida. Dicen que es preferible sentir ese dolor, que pasear insensiblemente viviendo con una fría piedra en el pecho.

Todo eso estaba muy bien para algún filosofo, o algún poeta, pero eso a Alfredo no le valía. Estaba sufriendo, se sentía jodido sin remedio. No era demasiado mayor, no era nada feo, ni tampoco es que le diera pereza el conocer a otras personas. Era que había conocido a la persona de su vida, la que de verdad le llenaba por completo, sólo para verla alejarse. Quería a esa persona, y a ninguna otra. No tenía por que iniciar nada de nuevo con otra, con alguien que nunca le terminaría de llenar, y por supuesto no se sentía en absoluto identificado con esos dichos.

Refugiarse en el trabajo, tampoco es que fuera la mejor idea, al menos en esas fechas. En el mes de agosto, no entraba nadie ni por equivocación en la copistería en donde trabajaba. Además, el calor del sol que entraba por el escaparate, sumado al de las máquinas que estaban encendidas todo el día, le hacía sentirse ligeramente aturdido, además de con los ánimos por los suelos.

Así pasaba sus días, sintiéndose como roto en cientos de trozos. Con las noches casi sin dormir, y los días entre máquinas fotocopiadoras, mirando el correo, el teléfono, en busca de alguna señal de la presencia tan querida para el, aunque un día tras otro, esa señal no se producía.

Blogs








Una explosión de sensaciones, en un sólo texto, en una sola ilustración. Algo que con sólo verlo, o leerlo, se percibe la vida que destila. Mundos, situaciones, y personajes que pueden competir en calidad con las mejores obras de todos los tiempos. Solamente con tinta y papel, sencillamente con un teclado y su pantalla. Los blogs son ya parte de nuestras habituales lecturas. La blogosfera es la editorial libre y permanente para todo aquel que así lo desee, pueda publicar sus obras, sean del género que sean, y con la forma que mejor les parezca.

Desde los blogs, además, nos permiten una comunicación multidireccional no solamente con otros bloggers, si no con todos los lectores o usuarios, lo que convierte al blog en un estupendo complemento de las publicaciones tradicionales, y convierte en sus autores en unos creadores de historias fascinantes, ofreciendo una lectura sumamente interesante, que llega a transportar al lector a la escena que se narra en el.


He encontrado blogs que destilan belleza, que tienen alma y corazón, y cuya lectura entusiasma, con cientos de ellos, y los recomiendo todos. Aquí tenéis unos pocos que espero que os gusten tanto como a mi:


A boca de jarro

Mi vida es un maldito chiste

El chico que escribe

Presentimientos

Reflexiona con poesía

Voladuras y erupciones

Cuento o realidad?

Cartas por contestar

Otra fachada de Rumania


Hay muchos más. Esto, tan sólo es una pequeña muestra del enorme talento natural que algunas personas tienen con la escritura. Afortunadamente, gracias a los blogs, podemos disfrutar de su lectura, una lectura apasionante, que gana en intensidad, y en la que se van descubriendo a nuevos, y electrizantes autores.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Siguiendo impulsos










Un pincho de tortilla, y una caña, eso el mayor deseo de ese momento  para Benito, tras una de esas jornadas de viernes en las que el amanecer le pilló en las calles, con una copa en la mano, y unas cuantas más en el cuerpo.

Recorrió calles de la ciudad por las que hacía mucho tiempo que no transitaba, en busca de algún lugar abierto en el que colmar su deseo, y sentarse un rato, pues notaba evaporarse, además de su borrachera, parte de sus fuerzas.

Encontró un local abierto, un local que recordó haber entrado por última vez hacía años, y sin titubear, se metió en el. No lo recordaba de esa manera, con una decoración presidida por el color blanco, y con unos detalles pseudo-minimalistas, y otras monerías. Lo recordaba más cutre, en general. Aunque...en espíritu lo continuaba siendo, a pesar de su fachada. El olor a fritanga, que lo inundaba todo como un intoxicante ambientador, apuntaba en esa dirección. También la clientela típica de vino tinto y fútbol, aunque sin fútbol a esas horas, era una buena pista. Para rematar, una estridente banda sonora consistente en una especie de reggaetón lisérgico, que tampoco ayudaba a reforzar la imagen que con la nueva decoración trataba de pescar nueva clientela.

Benito derivó su atención hacia la camarera. Era mona, pero al hablar con ella, se hizo patente que la pobre chica no había visto un libro en su vida, ni a kilómetros de distancia. Era como volver a las cavernas, comunicándose a través de guturales gruñidos.

La suma de todo eso, más la nauseabunda cerveza de barril de padres desconocidos que le sirvieron, sin gas, sin espuma, y sin gracia, fué demasiado para Benito, que en cuanto pudo, salió catapultado de aquel lugar, no estaba en forma para resistir tanta cutrez junta en ese momento.

Se encontraba ligeramente mareado, pero el aire de la mañana consiguió estabilizarlo. Su impulso había sido frustrado, pero sólo momentáneamente. Ya sabía exactamente a donde ir. En el Nexus, siempre era bien recibido. Irene, la camarera de aquel lugar y él, eran... muy amigos.

Le llevó un buen rato llegar hasta allí desde donde se encontraba, pero el paseo le sentó bien. Le parecía que casi se había recuperado del chubasco etílico que había estado absorbiendo por ahí.

Cuando al fín llegó, ahí estaba. Irene, con su pelo rubio platino, y su pícara sonrisa. Un ave madrugadora, un cliente de esos que parece que va a los bares a estudiarse los periódicos en su totalidad, abandonaba el local para, probablemente ir a otro bar y estudiarse otro periódico, para alimentarse de las desgracias y mentiras que tenían impresas. El lugar ahora era todo suyo, y de Irene, para disfrutar de su mutua compañía, y quizá de alguna que otra cosa más.

Ahora si podía saborear una caña tirada con ganas, y disfrutar de un pincho recién hecho, y de grata compañía, con el bar, la calle, y la ciudad para ellos sólos, en un día a unas horas en los que parecían ser los únicos habitantes de la misma.

Ella, le contaba sus sueños, unos sueños que iban mucho más allá del lugar en el que ahora se encontraban, con una fuerza que nadie supondría en aquella chica pequeña y delgada, de frágil aspecto, y ojos melancólicos. A ella le gustaba como era Benito, entre otras cosas porque siempre le decía las cosas de la forma más directa, y porque mientras su novio, familia y amigos siempre le decían "frenate", Benito siempre le decía "adelante, a toda máquina, inténtalo". Aquella ciudad, que casi era un pueblo, tenía una mentalidad encorsetada, pero Benito era el más atípico ser que había conocido, siempre hacía lo que le daba la gana, sin importarle lo más mínimo lo que pudiera pensar este o aquel.

Benito siempre le decía a Irene que los impulsos no eran para ser reprimidos, si no para ser seguidos, eran lo que diferenciaban a los seres vivos de las máquinas. Sin ellos, las personas serían robots, con una fría y mecánica existencia. No lograba entender, que la gente tratase de cohibirlos y ocultarlos.

Turbada por el efecto de sus palabras, y su pasión puesta en ellas, Irene se abalanzó sobre el, plantándole un gran beso, dejándose llevar por su propio impulso, impulso que el sabía, que podría llevarles una vez más, a encerrarse en el almacén durante un rato. Mientras tanto, continuó disfrutando del suyo propio, vaso en mano. Así era su vida, así era como el la entendía, y como la disfrutaba.


domingo, 11 de agosto de 2013

Domingos





Los domingos son los días más monótonos de toda la semana, especialmente sus tardes. No se si será debido a que son la antesala del lunes, día terrible donde los haya, el día en el que la nueva semana te cae encima, como un cubo de agua fría. Afortunadamente, los días van pasando, y una vez superado el lunes, los demás días se van viendo con mejores ojos.

Pero en los domingos la pereza se apodera de uno a poco que se descuide, aprovechando que tenemos encima todo el equipaje de la semana que acaba. Es curioso que no pares de bostezar el día en que más tarde te levantas de la cama. Si resulta que has estado de juerga el sábado por la noche, y ha habido algún trago más de la cuenta, la sensación de estar agonizando es hiperrealista.

Lo bueno, es que no sólo se acaba a las 24 horas, como cualquier otro día, si no que también hay domingos inesperados en los que uno, tras hacer acopio de fuerzas, y de voluntad, rompe con esa rutina semanal, especialmente en los días de verano. El sofá puede esperar, los días de sol y luz, no. Aunque sean en domingo.

jueves, 8 de agosto de 2013




Infinito, eternidad, algo que para nosotros los simples humanos, al igual que otras especies animales es completamente inalcanzable, pues nuestro periodo vital es limitado.

Pero todos nuestros mejores pensamientos, las más intensas cosas que sentimos, nos sobreviven, integrándose y nutriendo a la misma tierra, pasando a formar parte de la atmósfera. Ese es nuestro patrimonio, lo que dejamos tras de nosotros.

martes, 6 de agosto de 2013

100.000






En medio de la nada en la que estaba tirado, llegó el todo, entrando en la sala, y lo rescató de la derrota, insuflándole nuevas fuerzas, y una nueva ilusión.

Desde el borde del abandono, hasta el núcleo del entusiasmo. Se le apareció de improviso en su vida, y sus miedos fueron difuminándose, siendo sustituidos por renovadas esperanzas.

Un corazón en stanndby, que de un segundo al siguiente se puso en marcha, con toda intensidad, a pleno rendimiento, siendo instalada por siempre en el su esencia, siendo llenado por ella.

Una sonrisa que embellece el mundo a su alrededor. Una mirada que funde la oscuridad e ilumina y da calor a quien la recibe. Una presencia de fresco perfume que extingue todos los malos humos. Nubes de abrazos de brillantes colores. Besos voladores que revolotean alrededor de todos los presentes. Vida, pasión, y felicidad cercana.

lunes, 5 de agosto de 2013

Despiste








Que hacer con nosotros, los despistados?  Esa gente que siempre parece caminar por el aire. Los que parecemos haber fijado nuestra residencia en las nubes.

No hay fósforo suficiente en el mundo para quitarnos esa cosa de la cabeza, es inoperable además. Algo con lo que convivir toda nuestra existencia.

No existe agenda en el mundo, ni electrónica, ni de papel, capaz de hacernos recordar todos nuestros quehaceres diarios, porque con toda probabilidad se nos olvidará apuntar todas las cosas, o no sabremos en que lugar la hemos guardado,  y eso si nos acordamos de mirarla.

Así es la vida con esa enfermedad crónica, con la que tenemos que lidiar muchos de nosotros, esos que parecemos flotar, con el pensamiento puesto en las famosas musarañas.

jueves, 1 de agosto de 2013

Caza de papel (O cazado por el papel)






Siempre intento resistirme a la grandisima tentación de ir en busca de libros. Menos mal que mi presupuesto es limitado, porque si no me haría con un considerable cargamento que no me cabría ni en todo el edificio en el que vivo. Para mi, entrar en una librería es como para un vampiro, colarse en un banco de sangre. Puedo pensar en resistir estoicamente la tentación de adquirir un nuevo libro, autoengañarme, diciéndome a mi mismo, que solo he entrado allí para darme una vuelta, para echar una ojeada, pero la realidad es otra.

Esta vez, no soy el único culpable, he de decir en mi defensa. Diversas circunstancias han urdido una estrategia para que yo acabe dirigiendo mis pasos hacia una librería. Bueno, han sido dos las que he visitado, lo confieso.

El sistema de reservas de la biblioteca pública, que yo nunca utilizo, y que me parece una gran chorrada, dicho sea de paso, pues le quita el placer y la emoción a todo el asunto, ha conspirado para intentar evitar que me lea Rayuela, y es algo de lo que realmente tengo ganas, leerme esa obra. Así que no tenía otra cosa, que coger y tirar hacia una librería, de las pocas que quedan en la ciudad, desgraciadamente.

El primer intento, en la primera librería, fue infructuoso, porque sólo quedaba un ejemplar, que no había visto tras un rato husmeando, y se lo llevaron ante mis narices, aunque no me importó demasiado, yo soy más de ediciones de bolsillo, que de voluminosos tomos de lujo. Mi intención era leerlo, no que haga bonito en la estantería. Estuve también a punto de caer en la tentación de coger Sauce ciego, mujer dormida, de Murakami, pues no sabía que lo habían editado en formato bolsillo. Pero podía esperar, ya me lo había leído, y el deseo de leer la obra de Cortázar ardía más que otra cosa.

Y lo encontré, en una pequeña librería ante la que habitualmente paso, pero pocas veces entro, pues su surtido mayoritario es material escolar. Pero allí estaba el deseado ejemplar de lo que yo quería, lanzándome destellos insinuantes con su portada, que reflejaba los rayos de sol. Allí no había excusa de ediciones demasiado lujosas ni falta de stock. Era la tentación al desnudo, algo que para poder resistirlo habría que ser un hombre de hierro, con un infernal entrenamiento.

El resultado, es el que os imaginaís, si. Soy un ser sin voluntad. Un nuevo libro me ha adquirido. Sólo podré evitar esto, si imprimo y hago distribuir por las librerías carteles con mi cara, y un letrero que diga: Prohibida la entrada a este tipo.