sábado, 21 de diciembre de 2013

Currantes y empresaurios






Ay, los trabajadores, la clase social que más se esfuerza, y la que menos, por no decir casi nada, recompensados ve sus desvelos. Una triste ironía, muy cruel, que quienes realmente generan riqueza a la sociedad de este demencial país, sean constantemente pisoteados, abandonados, y arrastrados por el barro.

Pero resulta que las principales penalidades por las que están pasando, son generadas por ella misma. Es evidente que como clase social está dividida, lo que le perjudica enormemente, y parece que no puede, o no quiere darse cuenta de la situación, perdidos cada uno en su propio mundo interno, con la falsa creencia de lo que lo de los demás no les afecta, cuando todo apunta a que sí, cuando las señales son tan alarmantes.

Pero las armas de distracción masiva son muy atrayentes, y en una sociedad técnicamente avanzada, pero socialmente atrasada, no es excesivamente difícil caer bajo el influjo de los modernos cantos de sirena, como el fútbol, o otras formas de alienación, un gran abanico de posibilidades de agilipollamiento colectivo.

En el ámbito de las empresas, y aunque no se dirá directamente, la cualidad más valorada por la patronal es la docilidad, esa actitud que lleva a cada trabajador a deslomarse con total abnegación, durante más horas de las estipuladas, sin decir esta boca es mía, como si la empresa fuese suya, y no de un personaje que se enriquece a costa suya, y de otros como él, lo que a los empresaurios les provoca no pocas carcajadas, mientras cuentan el dinero que les hace ganar y escatiman al trabajador.

Otra de las cosas que a los empresaurios les hace llorar de risa, además de las reformas laborales, es el descerebrado antisindicalismo que fomentan, alimentado por las últimas andanzas de los dos sindicatos mayoritarios, que aprovechan con nocivos efectos, como si históricamente el asociacionismo obrero no hubiera producido grandes avances en el mundo del trabajo, como la abolición del trabajo infantil, o la jornada de ocho horas, entre otras cosas. En España, existen multitud de sindicatos, que persisten mediante las cuotas de sus afiliados, y nos son subvencionados por organismo oficial alguno, como si ocurre con la patronal, financiada con dinero público al 68%, dato bien sabido, y que a nadie parece escandalizar.

Desde las mismas entrevistas de trabajo, se busca exhaustivamente desde la empresa, a los candidatos que más marcadamente posean esa codiciada docilidad laboral, los que buscan agradar a sus jefes a costa de lo que sea, a los que nunca se unirán a sus compañeros, a los padefos, los que dicen pasa de follones en el trabajo como ellos dicen, cuando de lo que en realidad pasan es de sus derechos, conseguidos por gente con más dignidad y valor que ellos, gente que se jugó la libertad, y la vida para lograrlos para todos, para un futuro mejor.

Por eso, la clase trabajadora en España debe tomar conciencia de quienes son realmente. Lamer el culo al patrón hasta que la lengua se quede marrón, no es garantía de permanencia en el puesto, ni garantía de nada. Eso no detendrá los Eres, ni las deslocalizaciones, ni las supresiones de derechos.

No son conceptos anticuados, es el día a día en el que vivimos. Los trabajadores no son la empresa, no hay que vivir para servir a un cacique que ofrece una raquítica remuneración por un trabajo que vale mucho más, una remuneración que apenas alcanza para tener una vida digna. Hay que posicionarse de manera firme, y dejar de hacer el juego a la patronal, hay que despertar del sueño de la clase media, un espejismo para mantener a los trabajadores quietos y callados, pero el espejismo empieza a disiparse. En parte, porque los que mantenían la teoría de que las clases ya no existen, se contradicen, afanandose en desprestigiar a una clase social que ha construido la sociedad. Las clases privilegiadas nunca ha dejado de batallar en la lucha de clases, a la vez que negaban la existencia de las mismas, o inventandose una en la que encuadrar a todos.

La lucha de clases no es historia antigua, es una lucha constante, el motor que hace que la sociedad avance. Y en la lucha de clases hay dos bandos, uno es la clase obrera, el otro no, el otro es el enemigo natural al que hay que combatir y frenar, a partir de ahí, hacer una labor intensa y constante, para recuperar lo que a la clase trabajadora pertenece por derecho propio, derechos conquistados hace tiempo y que no deben ceder jamás. Los otros, la clase burguesa, tiene en propiedad los medios de producción, pero los obreros son quienes saben manejarlos y los que efectivamente producen bienes. Una empresa puede perfectamente funcionar sin directiva, pero jamás sin trabajadores, por eso es la clase social indispensable.

Eso la clase acomodada lo sabe, y desean que los trabajadores no lo recuerden jamás, así que es conveniente recordarlo, y partiendo de ahí, de recordar, y ponerlo en práctica, las cosas pueden comenzar a cambiar, y mejorar. Es necesario recuperar el espíritu de comunidad que y solidaridad que siempre fue tremendamente eficaz, ese estúpido sálvese quien pueda, ese individualismo feroz con el que nos quieren adoctrinar, sólo conduce a la destrucción, hay que cambiar de hábitos. La otra opción, la de seguir como hasta ahora, sólo conducirá a que los trabajadores se conviertan en esclavos.

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