domingo, 6 de octubre de 2013

K.O






La mayor de las aficiones de Ana, le dejaba marcas en su exterior. Siempre le había gustado el boxeo, desde que era una niña, pero no se había decidido a ponerlo en práctica hasta hacía unos cinco años. Su alta estatura y su intensa mirada de ojos marrones le proporcionaba cierta ventaja psicológica ante el adversario. Había adecuado su aspecto y costumbres para facilitar la práctica de su deporte predilecto. Se había cortado su negro pelo para que no le estorbase, y los sujetadores deportivos se habían convertido en los únicos que utilizaba. El boxeo se estaba convirtiendo en lo mejor de su vida, no en un capricho, como algunas voces decían a su alrededor.

Necesitaba practicarlo diariamente, le liberaba del estrés que le producía una rutinaria vida y un exasperante trabajo en una tienda de calzados.

En unas dos semanas, disputaría su sexto combate. La diferencia con los otros, consistía en que en esta ocasión podía ganar una buena cantidad de dinero por ello. La diferencia era que no iba a seguir permitiendo que la oposición de los que la rodeaban obstaculizaran lo que quería hacer. Especialmente en su trabajo, que cuando llegaba tras un combate, con los ojos morados, y la cara hinchada a causa de los golpes, con todo el cuerpo dolorido, y alimentándose casi exclusivamente de calmantes y analgésicos, tenía que aguantar los discursitos de la bruja de su encargada. Por suerte, los medicamentos también amortiguaban los efectos de esas broncas, y aunque en esos días tenía que ocuparse del almacén, para no espantar a la clientela por su rostro marcado, lo prefería así. No tenía humor para aguantar a nadie en esos días.

En el almacén pensaba, una vez más,  en como le gustaría lanzarle un gancho a su encargada, una estúpida remilgada que no sabía ni por donde le daba el aire. También pensaba en las noches en las que casi no podía dormir a causa del dolor, y en como su novio se iba alejando de ella, por no ser una barbie sumisa y dependiente. Mejor, empezaba a cansarse de él ya. Esas cosas, tan sólo eran una parte del todo. La otra parte, a la que ella se aferraba, era todo lo bueno que su deporte le reportaba, que era mucho, y aún lo sería más, incluso en lo económico, además de la satisfacción que sentía al hacer lo que hacía. Se sentía viva de verdad en el cuadrilátero. Cierto es que había perdido una vez por k.o, y otra a los puntos, pero se sentía capaz de ganar, ya lo había hecho en tres ocasiones, dos de ellas por k.o técnico.

Sabía que iba a conseguirlo. La vida no lograría dejarla fuera de combate. Iba a aguantar todos los asaltos que hicieran falta, iba a pelear con todas las fuerzas, e iba a ganar. Daba igual todos los golpes que lanzaran contra ella, y no importaban cuantos contrincantes se le pusieran por delante.Estaba completamente decidida, todo aquel que se le opusiera, iba a besar la lona.


3 comentarios:

  1. Fantástica entrada, me ha gustado mucho :)

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  2. Me gusta Ana y me identifico plenamente con ella ... pero yo cambio los guantes por una catana.
    Me ha gustado mucho ...

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  3. Gran relato, reflejo de innumerables mujeres luchadoras que se valen por sí mismas, que aman lo que son y lo que hacen y que se enfrentan a aquello que no les aporta nada bueno. Me ha gustado mucho, por su sencillez, contundencia y muy ameno hilo narrativo.
    Saludos, Javier.

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