miércoles, 28 de agosto de 2013

Desde la habitación 426




Fuera del entorno habitual al que acostumbro, en esa pequeña urbe gris, me resulta más sencillo el poder escribir, sin la bulla que acostumbra a haber a mi alrededor, por lo que de esta forma, no tengo que utilizar lenguaje malsonante, ni estresarme, como suele suceder.

En la habitación 426 del hotel Lorelei, sentado frente a una Underwood de principios del siglo pasado, no me resisto a dejarme llevar por las historias que la misma evoca. Esa máquina, testigo del tiempo, y superviviente del ajetreado siglo XX, sigue aún en plena forma, y me transmite de manera vívida las imágenes que ha ido presenciando y compilado, transportándome a otros tiempos, en otros lugares, lejanos y diferentes a este, a través de su rítmico cantar, y su aroma de tinta.

Ahora mismo me encuentro en otra población, no demasiado lejana a la habitual, una población cuyo nombre se diluye en mi mente, porque el nombre realmente no importa. Podría, perfectamente, encontrarme en la California de los años 50, mientras deambulo y exploro sus calles y gentes, perdiéndome, para volver a encontrar mi ruta actual, una ruta transitoria que me conduce al gran cambio, y eso me conducirá a ser más consciente para asumir, en lugar de resistirme, a mi papel de marciano en la tierra, extranjero en todas las localidades del mundo, al fin, asumir mi pertenencia al mundo, y no a ninguna de sus poblaciones en particular, haya nacido donde haya nacido.

Mi estancia en la habitación 426, me ha dado la gran ocasión de poder decidir el romper las cadenas que me atrapan. Esta vez, no se trata tan sólo de desearlo, y escribir sobre ello. Esta vez, es definitivo, la obra acompañará a la palabra.

Desde la 426, mi plataforma de arranque, salpicada  con reveladores vagabundeos, e intensos y vigorizantes calores, se ha determinado tirar los miedos, despojarme de mis propios escollos, como el lastre que en realidad son, y finalmente me alcanza, el anhelado aliento e impulso para despegar, y echar a volar, sin dudarlo un instante más, por la ruta que he decidido surcar.

2 comentarios:

  1. Espero que de verdad esa habitación 426 sea tú lanzadera .. Hacia lo que deseas...
    El número 426 me gusta.. Da 3.
    Suerte!!

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  2. Creo que todos necesitamos de vez en cuando a encontrar ese cuarto 426 para reencontrarnos a nosotros mismos.
    Me gustó. Abrazos.

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