Conversaciones con el viento

El viento es un interlocutor único. Conoce mi nombre, así como toda la trayectoria de mi vida, aún sin habérselo dicho jamás. Es sabedor de todos los secretos, nada se le escapa.

No temo hablarle al viento, pues se que comprende no solamente todo aquello que le expreso con mis palabras, si no que  también entiende mis silencios, y sus porqués.

Nunca me interrumpe, ni trata de hacerse oír por encima de mi propia voz. Me concede mi tiempo para contarle lo que quiera.

Es un buen confidente, que sabe de los motivos de mis desvelos, los caminos por donde he echado a andar, y los lugares que quiero alcanzar. Sabe también, cuales son los corazones a los que quisiera llegar, y los que llenan el mío.

Hace un tiempo, cuando empezaba estas conversaciones con él, me daba la impresión de que eran más bien monólogos, en los que yo era el único que hablaba, y el nunca me respondía. Pero con el tiempo aprendí que el viento no necesita gritar, ni levantar la voz para que su mensaje llegue. Con el paso del tiempo aprendí  a escuchar su voz, a entender su lengua, que, con un leve susurro, me dice todo aquello que preciso saber para continuar mi senda en esta vida.

El siempre está ahí, nunca se va, nunca me deja sólo. Siempre está para escuchar todo lo que tenga que decirle.