viernes, 31 de agosto de 2012

Distopía inminente? ( Bajo el yugo del TTIP )






Bienvenidos a la España del 2016, o más bien lo que queda de ella, pues el concepto de estado y nación se encuentran casi totalmente diluido. El sueño dorado neoliberal, largamente anhelado por algunos, finalmente se cumplió defenestrándose los estados, siendo sustituídos por las corporaciones, tras décadas de turbios manejos, y una breve guerra civil que aniquiló cruelmente a casi toda resistencia.

Las diferencias entre las  clases sociales son ahora más  abismales que nunca, relegándose la clase trabajadora exclusivamente a guettos en la periferia, condenados a vivir en casuchas diminutas, casi chabolas, mientras que la clase acomodada, muy acomodada, reside en el centro, forzando a los trabajadores a interminables jornadas por un escuálido sueldo, lo que es legal ,ya que no existe ya ningún estatuto de los trabajadores, ni sindicatos, ni ningún derecho sociolaboral, siendo condenados a una existencia casi exclusivamente de trabajo para enriquecer a los que manejan los medios de producción, sin vacaciones, sin descanso, tan sólo subsistiendo. Condenados a una dura vida de semiesclavitud escuálidamente remunerada.

Ya no existe la administración pública en ninguna de sus formas, los únicos centros de salud existentes son exclusivamente privados, de modo que quien no pueda pagarlo está condenado a convivir con la enfermedad o morir, al igual que ya no existen colegios ni centros educativos, tan sólo exclusivas academias en las que la ganancia es lo primero, y lo único, siendo la más "prestigiosa" la academia Hayek. Ya no existe la figura de las fuerzas estatales de seguridad, habiendo sido sustituidas por agencias privadas de seguridad y velando tan solo por los potentados clientes, dejando desprotegida al resto de la población. No existen partidos políticos, siendo prohibidos, ni ninguna legislación, sólo impera la ley del mercado, oferta y demanda, con todo lo que eso conlleva.

El medio ambiente está sufriendo la sobreindustrialización de todos los núcleos de la población, haciendo irrespirable el ambiente en las zonas de la periferia, en donde se hacina el grueso de la población, los trabajadores que producen las riquezas que otros disfrutan. Los afectados por radiaciones solares van en aumento, por la cada vez más rápida desaparición de la capa de ozono que protege la atmósfera, causada por las emanaciones de la gran industria. El agua, el poco agua que no es contaminada por los descontrolados vertidos, es un bien escaso por el que se generan fieras disputas. Todos son sabedores de la situación real, especialmente los trabajadores, siendo dolorosamente conscientes, pero el temor que les han infundido es grande y no osan contradecir a sus patrones, se han dado cuenta de sus errores pasados, que les han empujado a una vida en la que ya no son dueños de sí mismos. A veces murmuran entre dientes: si hubiéramos hecho las cosas de otra forma...

Tan sólo un pequeño grupo, antiguos militantes de partidos y sindicatos se oponen al modo de proceder actual, aún son una voz audible, pero van quedando pocos, demasiado pocos. La prensa, antaño informativa, y ahora exclusivamente propagandística y alienante, los declaró una célula terrorista y son perseguidos con saña por las agencias de seguridad, que, como escuadrones de la muerte, les ejecutan allí donde se les encuentre, por lo que el miedo es su enemigo, un miedo que dificulta enormemente su labor, un miedo tan extendido y sólido que puede tocarse, un miedo que hasta se respira, intoxicándolo todo. Porque si no tienen la fortuna de ser masacrados rápidamente, serán encerrados en campos de prisioneros para disidentes en los que sufrirán torturas y serán sujetos de dolorosas y crueles experimentos por parte de oscuras compañías farmaceuticas.

Está es la sociedad de la España del 2016, en la que la clase acomodada amasa grandes fortunas, y disfruta de un gran tren de vida de consumo, todo a costa de los que producen la riqueza, los cuales ante esa penosa existencia de miedo, exceso de trabajo, hambre y frío, han convertido en el máximo anhelo una muerte rápida y piadosa, para dejar de sufrir, para obtener el olvido eterno de todas las penalidades de la vida.


Esta imaginaria distopía está peligrosamente cercana, demasiado cercana, tal es la deriva de esta inconsciente sociedad. Pero aún no es completamente inevitable, aún podemos variar este homicida y demente rumbo, depende de todos nosotros que esta pesadilla no se materialice.





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