lunes, 28 de julio de 2014
Grey city
Áspera y gris ciudad, en la que parece que algunos no tienen cabida ya, que se les nota nada más verlos. Para ellos, el lugar al que llamar hogar está a cientos de kilómetros de aquí, junto a la persona a la que pertenecen, su verdadero sitio en el mundo. Aquí están en el lugar equivocado, viven en el lugar equivocado.
Un día creen que verán a su familia, la auténtica familia, las personas a las que son afines, a las que sueñan con poder abrazar. Sueñan con volver a sentir pieles amadas, y sonrisas añoradas, lo que les devolverá las porciones de vida que esta ciudad les ha ido quitando, tras tanto recorrer estas calles que no llevan a ningún lugar.
Algunos de los que viven en la ciudad, los desesperados, están como locos por largarse. Si no lo han hecho aún, es por falta de medios para desplazarse en otros lugares, lejos de donde no hay nada. Un agujero negro para ellos, fuente de alimento para otros.
Una ciudad que bien podría ser el inframundo en la tierra, repleta de autómatas, seres indiferentes a todo contacto con la vida real. Enfrascados en sus quehaceres de máquinas de carne entumecidas. Esos seres que están en todas partes. En la ciudad hay superpoblación de autómatas. Sólo hay tres tipos de seres, autómatas, desesperados, los que quieren escapar de allí, y los hipers, los que se hacen notar demasiado, además. Siempre hay uno, o varios cerca, invadiendo impúdicamente el espacio vital ajeno. Los hipers locales son expansivos, en una suerte de colonialismo en miniatura. Atacan a todo aquel que no desea unirse a ellos, ni adorarlos. Una banda a la que se le dieron unas migajas de conocimiento, y se endiosaron, aguijoneados por un irracional miedo a que las propias carencias queden al descubierto. Se mueven en manadas y sus métodos se van haciendo más y más violentos, chocando con frecuencia con los desesperados, con los que a menudo entran en conflicto directo. Dicen que se comen partes de sus enemigos aún vivos, pero no se ha demostrado... Aún...
La vida en la ciudad gris, pretenciosa nada con un bonito envoltorio y sin ningún contenido. Millones de pseudoconversaciones que no son en realidad otra cosa que una inconexa sucesión de balbuceos, que hacen añorar el silencio, mucho más valioso que esa cacofonía insustancial proveniente de un robot de carne y sangre.
Una ciudad que desespera al mirarla directamente a los ojos y ver su verdadero significado, que es ninguno. Una pequeña y pretenciosa población que ya no tiene nada que aportar, cuyo potencial arquitectónico y cultural se desperdicia caricaturizándolo y prostituyéndolo en shows de calidad generalmente mediocre en sus mejores días, y monetariamente deficitarios en muchos, con lo que es un despropósito en todos los frentes. Eso cuando no se destruye por completo ese patrimonio del ayer a cambio de unas pocas monedas.
Una población que sólo puede ofrecer servicios hosteleros y poco más, como una pequeña Las Vegas sin casinos. Sin cuestionarse su propia vacuidad. Pan hoy, hambre mañana, y al día siguiente, muerte por inanición del cuerpo y la mente. Un jodido asco, claramente perceptible si se tiene un mínimo de sensibilidad, según las voces que gritan en silencio con sus miradas, buscandeo incesantemente una salida de ese lugar.
Los que probaron el sabor de la vida fuera de ese lugar, ansían poder volver a paladearlo aunque el destino los arrojara allí de nuevo. Barcelona, Zaragoza, Dublin, Buenos Aires, Tokio, New Jersey, cualquier lugar les parece mejor que este agujero, más recomendable para desarrollarse como ser humano y no acabar convertido en un autómata o devorado por un hiper. Esperan poder largarse de este agujero negro antes de que llegue a absorberse incluso a si mismo. Mientras tanto, cuentan las horas con el cuerpo en tensión permanente, semidesesperados, buscando frenéticamente la salvación, la huida del vacío en el que se encuentran confinados.
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