Se va apagando. Se muere. Cada día un poco, con dolor, lenta y agonicamente. El olvido no es una opción, sería como dejar de ser el. Prefiere dejar actuar a la naturaleza, morirse poco a poco como está haciendo, como el indigente sentimental que es, sintiendo con cada molécula de sí mismo como se consume ante la falta de su alimento.
Su sonrisa, el sonido de su voz, su mirada, su pelo, toda su amada presencia, le falta y le hace falta, pues es todo su sustento y no lo tiene. Por eso tiene los días contados, las horas contadas. Se acurruca en una esquina entre las ruinas de su propio corazón para aguardar el momento final. Pronto no quedará nada de el salvo los restos, se habrá desvanecido por siempre extinguido por inanición emocional.
Excelente retrato, Javier. Me ha conmovido. Muchas gracias en nombre de todos aquellos que, injustamente, viven muertos en vida así.
ResponderEliminarUn abrazo.
Fer
Gracias a ti, Fer. Creo que se debería visibilizar más a esos ciudadanos invisibles, como algunos los llaman. Un abrazo.
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