martes, 8 de julio de 2014
Los circunloquios de Lucas. Días caústicos
A veces ocurre que la tormenta de mierda te alcanza, y te impregna por completo. Y si has tenido que emigrar y dejar todo, peor.
Miro el mundo desde mis ojos marrones, en los que se han metido un cacho de pesar, y no consiguió sacármelo todo, por eso mi mirada parece lánguida. Perdón, se me olvidaba, que maleducado soy, me llamo Lucas, aunque en realidad está mal dicho, porque yo nunca me he llamado así, ni de ninguna manera en concreto, son los otros los que lo hacen, menos que antes, y no siempre por los motivos más alegres del mundo.
Ahora me encuentro escribiendo una pizca de mi vida sobre un charco de sangre, la mía propia, en uno de esos días en los que las cuchilladas que siempre da la vida, me alcanzan, abriendo nuevos agujeros y reabriendo los viejos. Puede que sea el precio de querer explorar las cosas por mi mismo y no quedarme con lo que me digan, los errores cuestan sangre, ánimos, y hasta pequeños trozos de ti mismo que vas dejando por ahí desperdigados. Colisiones con el mundo que te dejan tundido por un tiempo, periodo en el que eres un amasijo de dolor andante aunque no quieras hacerlo ver a los demás.
En días así estoy tentado de buscarme una caverna, para así intentar reducir esas lacerantes colisiones. Una caverna, como el hombre primitivo, en el que estar a salvo de la desbocada velocidad a la que va el mundo, una velocidad que marea, pero ya estoy divagando otra vez, eso hoy en día no es posible. Habrá que hacer lo más difícil, seguir viviendo en esta desenfrenada sociedad, y prepararse para cuando llegue el siguiente choque, no hay forma de entumecerse lo suficiente para dejar de sentirlo, excepto si te despojas de toda humanidad como según parece que alguno hace, aunque eso no está a mi alcance según parece.
Lo peor del choque es el dolor que viene a continuación después del shock, a ver para cuando algún tipo de anestesia para atenuarlo o eliminarlo, señores de la ciencia, porque a veces el dolor amenaza con acabar con más de uno.
Joder, en momentos como estos las frasecitas buenrollistas no tienen sentido alguno, o peor aún, parecen burlarse de la gente que lo pasa mal, con una vida personal hecha un puzzle, con piezas por aquí y por allá, y una vida profesional rociada con ácido, corroída adicionalmente por la estancia en un país que te mira por encima del hombro. Ahora me parece que no ha sido tan buena idea ir a los Estados Unidos, pero eso no podía saberlo antes, arrastré mi cuerpo unos miles de kilómetros quizá para convertirme en un indigente aquí, en lugar de en tierras propias, porque hace días que me han puesto de patitas en la calle, así que a ver como me las apaño para pagar el alquiler de este piso en miniatura en el que vivo, que parece la jaula de un canario por sus dimensiones, quizá tenga que vender el portátil en el que estoy escribiendo esto, o quizá mis constantes pesquisas laborales den sus frutos, a ver como lo hago, al menos, en el peor de los casos no será la ciudad que me vio nacer la que me aniquile.
Aún me queda un pequeño recurso, compartir apartamento con la mujer con la que estoy, más o menos, saliendo, de vez en cuando, mira, algo bueno tiene toda esta situación, al menos nos podremos ir conociendo más, y en verano no se pasa frió durmiendo en Venice beach, o en algún calabozo, compartiendo lecho con algún psychokiller amateur, así voy haciendo más inmersión lingüística, que desde que llegué aquí hace casi tres meses, me he relacionado con personas de habla hispana casi exclusivamente.
Vale, lo admito, soy un quejica, pero he pasado una muy mala semana, no me gusta estar en condiciones tan precarias, no puedo con la incertidumbre, no me gusta no tener ni idea de que es lo siguiente que va a pasar, y no es que sea un obseso del control, es que soy organizado. Bien, seré positivo, y con esto termino mi carta semanal, y para la próxima ya habré vuelto a España con el rabo entre las piernas, o tendré trabajo, a ser posible uno legal, aunque si alguna mafia paga bien por hacerles de administrador, tampoco le haré ascos a la oferta. Respiraré hondo, me guardaré el estrés en un cajón, y me lo procuraré tomar todo con más calma, ya os contaré que tal. Nos vemos.
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