lunes, 23 de junio de 2014

Fragmentos de una vida un poco dispersa: Nostalgi-nube






Ultimamente me muevo mucho por lugares de la ciudad que existen desde al menos tanto tiempo como yo mismo, incluso los que están antes de que yo existiera. Una especie de ataques retrospectivos en los que me meto por parajes que siempre conocí, quizá aguijoneado por una especie de preludio de crisis de los cuarenta, que no debería tocarme hasta dentro de unos años. Puede que sea eso, que se anticipe, o quizá se deba a cualquier otra cosa que desconozco.

Lo que si se es que es un algo casi tangible, una sensación que alcanza hasta en los huesos. La ultrarubia y ultradelgada camarera que atiende mi necesidad vital de cafeína no parece estar aquejada de la misma sensación, ocupada como está en sus tareas a velocidad de vértigo. Y no sólo por eso, parece tener unos veintipocos años, así que aún esta lejos de divagar de esta forma sobre el camino sobre el que anda. Por suerte, no se ha dirigido a mi tratándome de usted, lo que estoy seguro de que me fulminaría en el acto en este momento.

El lugar en el que me encuentro es un local superviviente de finales de los 70, si es que no es anterior, y excepto por nimios detalles prácticos casi toda la decoración, y todo el mobiliario es de esa época. Madera y metal moldeado en las formas de una época determinada y bien conocida. No entraba en este lugar desde hacía mucho, la sensación anteriormente descrita debió de dirigir mis pasos hacia aquí. En un rincón en el que se respira aires de otros tiempos. Por lo que veo a mi alrededor soy el único cliente que aún está en edad laborable, aunque con las reformas legislativas nunca se sabe.

En un fugaz ataque de pragmatismo, me pregunto si debería soltar aquí mi propaganda de copywriter de rudimentaria elaboración, pero enseguida se me pasa, especialmente porque no la llevo encima en este momento, ligero de equipaje como salí a la calle. Me dejo envolver por la nostalginube que llevo encima, y pienso en otros días soleados en los mismos pero diferentes parques de la ciudad, los pequeños quioscos de prensa que ya no se ven, los envases retornables, y el color, el verdadero color, uno que rebosaba esta población en aquellos diferentes días. Color que no llegaba a tapar ni la polución que emanaba de las metalúrgicas que funcionaban a todo meter en esos días. Colores intensos y de brillo propio, que no necesitaba reclamos. Una época de la ciudad sobre la que me pregunto a menudo, y que me da la impresión de que no le preocupa a casi nadie, si exceptuamos al cronista de la ciudad. Quizá me ponga en contacto con ella, para satisfacer las preguntas sin respuesta que periódicamente le lanzo al aire.

Hay mucho que quiero saber, no me es suficiente con lo que veo a la primera mirada, quiero más. Lo quiero todo, si es posible, acerca del lugar en el que transito habitualmente, no me basta con haber nacido aquí, quiero todos sus secretos, esos que se ocultan tras la fachada de la ciudad y que permiten conocerla de verdad. Y pronto, pues tengo otros lugares a los que ir, nuevos rincones que conocer y recorrer.

2 comentarios:

  1. ¿Te ocurre el fenómeno de ir saltando de recuerdos de año en año, regresando de pronto al presente como si alguien te despertase de un sueño?

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