Me llamo Mushi. Tengo cinco años, aunque este dato era
desconocido para la gente con la que vivo hasta hace poco. Dicen que soy
siamesa, pero yo no me lo creo. Sé que nací en un pueblo de Asturias.
Ahora mismo estoy golpeando con mis patas en este aparato,
escribiendo desde donde tantas veces he visto a Javier enfrascado. Es bastante
fácil, no se porque se altera tanto cuando algo falla. Si se borra, se vuelve a
empezar y ya está. Estos humanos se estresan por minucias.
Por si alguien aún no se ha dado cuenta, soy una gata, de la
orgullosa y elegante especie de los felinos. Pero una gata que sabe mucho
acerca de la peculiar humanidad.
Este, en donde ahora me encuentro, es el lugar perfecto para
mi. Aquí no tengo más que dejar oir mi voz para recibir toda la atención. Hice
bien en adoptar a estos ejemplares humanos e instalarme con ellos en nuestra
casa. Tengo todo lo que necesito, incluso todo lo que me da la gana, podría
decir. Mi propio rincón que en realidad es toda la casa. Nada me está vedado.
Sillas, camas, sofás, todo está a mi disposición.
La comida es de primera. He dejado de conformarme con
salchichas precocidas, y he pasado a bocados mas selectos. Que le voy a hacer,
soy una gourmet irreductible. Culaquier día pediré que cocinen algo para mi,
algo exquisito.
Aquí puede hacer lo que me venga en gana sin cortapisas, con
una única condición, que sólo me afile las uñas en una especie de alfombrilla
adquirida expresamente para ello. Por mi estupendo,si sólo me piden eso. No
deja de ser un auténtico chollo.
Me acuerdo cuando me
los encontré por vez primera, hace años. Todo empezó cuando yo andaba por las
calles, buscándome la vida como podía. Era una vida emocionante, pero había
días en los que creía que no lograría sobrevivir. Hambre, frío, y peligros.
Un día, me adentré en una zona que aún no conocía, en la que
había una casa con la puerta abierta. Me asomé, y salí otra vez antes de ser
vista, no sin antes advertir que los de esa casa echaban comida para nosotros,
los gatos.
En los días siguientes volví a visitar aquel lugar, en el
que sabía que había algo para mi y para otros. Se corrió la voz, y toda la
población felina de la zona acudía allí a comer diariamente, yo entre ellos.
Empecé a prolongar mis visitas allí, llegando incluso a
entrar en la casa, lo que no pareció incomodar en absoluto a sus habitantes. En
uno de esos díasde duro invierno, incluso me permití echarme a dormir un rato
allí con total tranquilidad. Cogí el hábito rápidamente, puesto que los
habitantes de la casa me inspiraban confianza y así estuve durante semanas. Iba
a la casa para comer y dormir una siestecita, y luego me iba a corretear por
ahí. Hasta el día en el que decidí cambiar de hábitos. Un buen día entré en la
casa, y ya no me apeteció marcharme. Agua, leche y comida, más un cómodo cojín
para mi sola era demasiada tentación para mi tras tantos días de ayuno forzada
por las circunstancias que había pasado anteriormente.
De esa forma, decidí instalarme allí definitivamente. Era un
entorno muy apetecible, aunque tuvieran perro, un perro no muy grande ni fiero,
pero si un poco gruñón y maniático al que mi presencia allí no convencía del
todo. La reticencia de aquel perro resultó ser una pose temporal más que otra
cosa, una de sus excentricidades. Al cabo de poco tiempo nos convertimos en
compañeros, la afición a la comida nos acercó, llegando incluso a planear
estratagemas entre los dos para que los
humanos nos dieran un poco más. Así, al cabo de un tiempo compartíamos el mismo
espacio, techo comida, y hasta cama. Su cama era muy grande para el solo, y tan
cómoda que que nopodía resistirme a colarme en ella con el, lo que no le
importaba siempre que no le despertase.
Todo aquello era como el cielo abierto para mi. Me despedí
de los días malos, del malvivir, pasar frío y hambre, y mojarme tirada en la
calle en los días de lluvia, con una molesta y enojosa sensación al notar las
gotas sobre mi.
Aquí continúo, en donde tengo el sustento garantizado, una
cómoda cama, arrumacos, y toda la casa para mi uso y disfrute. Cuando me
apetece duermo, y si tengo hambre maullo y todos acuden a ver que es lo que
quiero. Sólo echo de menos a aquel perrillo blanco, que refunfuñaba a menudo y
ya no está, desgraciadamente. Fue quien me enseñó la mayor parte de lo que sé sobre el mundo de
los humanos. Me reveló todos los trucos para conseguir lo que quiero, ya que
tenía más de 14 años de experiencia y mucha habilidad para obtener lo que
quería. Dicen que me comporto un poco como él. Ojalá estuviera aquí, le echo de
menos.
Esta es la historia de mi vida. De vagabunda a reina de la
casa. Aquí disfruto de refugio seguro y comodidades. Agua, alimento, y atenciones por parte de mis
compañeros humanos, con los que comparto a menudo todo, incluido los divertidos
juegos con unas pelotitas que me han hecho. Pero me gustan más los cordones, me
encanta perseguirlos y atraparlos.
He acertado de lleno adoptando a estos humanos, a los que ya
conozco bien, y nos hemos amoldado mutuamente de maravilla. Ellos, a veces se
preguntan si es posible que haya estado anteriormente en otra casa, seguramente
a causa de mi agradable trato y mi natural encanto. Sea como sea, tanto si
estuve como si no, nadie lo sabrá. Una gata tiene que guardar sus secretos.
Así que es la gata... ya me parecía a mí que escribías "demasiado" bien... Saludos, Javier & Cía¡
ResponderEliminarGatos e o mistério. Fascinantes!
ResponderEliminargatos fascinam pelo mistério que transmitem. o passo calmo. o olhar. gatos.
ResponderEliminarUna entrada muy divertida. Me gustó como te pusiste en la piel de la gatita. Es una luchadora, merece ser ahora la reina de la casa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias,Sandra. Era inevitable, la gata es la que manda en casa ahora. :) Un saludo!
EliminarJajajaja que historia mas bonita. Me sacó muchas sonrisas. Son de listos. Si hablasen...
ResponderEliminarFelicitaciones, besos
(Tengo mascota) ;-)
Gracias. Tiene mucha afición a jugar con bolígrafos, seguro que cuando no miro, anda escribiendo por ahí. Un saludo :)
Eliminar