jueves, 6 de febrero de 2014

Liberación-1






Muchas veces, las cosas, sencillamente suceden, sin anunciarse previamente. La vida es así de peculiar, se puede transformar  por completo de un segundo al siguiente.

Nico se disponía a darse una ducha, para que con el agua, se le fuera el cansancio de la jornada por el desagüe.

Mientras el agua cogía buena temperatura, ya que le gustaba bien caliente, se tomó un minuto para mirarse en el espejo, a la vez que se quitaba la ropa. Empezaban a asomar canas en sus sienes, como una pequeña invasión de pelo blanco en una cabellera de color castaño, pero pese a ese detalle, su rostro aún conservaba frescura, a pesar de que los cuarenta ya le rondaban. Se dio la vuelta, y se metió en la ducha, que ya humeaba, sumiéndose en un vapor de agua, calma, y placidez.

Tras recrearse un poco en su momento, salió de la ducha con la piel despidiendo humillo, en un estado de relajación total. Se secó rápidamente, y al ir a colgar la toalla, resbaló, deslizándose por el suelo del cuarto de baño, hasta que su trayectoria fue frenada en seco por la ventana del baño. El estado de relajación total en el que se encontraba, hizo que sus reflejos fuesen más lentos de lo necesario, golpeándose la cabeza en el proceso. A Nico se le apagaron las luces, perdió el sentido.

Cuando se recobró, le dolía un poco la cabeza. Salió despacio del baño tras examinarse. No sangraba, ni parecía haberse hecho daño de verdad, tan sólo tenía un pequeño dolor de cabeza, y un ligero mareo. Miró el reloj de la pared. Había estado unas dos horas tirado en el baño, desnudo. Por un momento, se asustó ante lo que podría haber sido, ya que viviendo solo como vivía, nadie se enteraría hasta pasado al menos un día, de haberle pasado algo. Estaba cansado, y no quiso darle más vueltas al asunto, por lo que se puso unos calzoncillos y se echó a dormir, que ya era tarde.

A la mañana siguiente, se despertó a la hora acostumbrada, dispuesto a incorporarse como siempre a su puesto de trabajo, en una tienda de electrónica. Se vistió, desayunó, y se lavó los dientes, momento en el que percibió que le salía un pequeño hilillo de sangre de la boca, lo que le alarmó un poco al recordar el incidente de la noche anterior. Se enjugó, y observó el resultado, apreciando que el dolor y el mareo no habían vuelto, lo que le calmó un poco , y le ayudó a concentrarse en sus tareas.

Una vez incorporado a su puesto, pesó si debía haber acudido al médico, pero la llegada de clientes a la tienda, disipó sus divagaciones.

Nico trabajaba desde hacía un año en una tienda no muy grande en la que se vendían ordenadores, tablets, móviles, y otros artículos relacionados. Le gustaban esas cosas, y le gustaba estar al día de todos los dispositivos entre los que se movía. Consideraba muy útiles todos esos aparatos, en su justa medida. El ambiente era allí bastante agradable la mayor parte del tiempo.

Pero a veces requería muchisima diplomacia, y grandes dosis de paciencia a las que recurrir. No siempre era un trabajo tan sencillo como parecía. A veces, se generaban situaciones un tanto tirantes que le generaban pensamientos muy groseros, como poco. Aunque siempre había conseguido reprimirlos.

Era muy cansado tener que aguantar a algunas personas. Los peores, en opinión de Nico, eran los consumidores de productos Apple. Los usuarios que sabían del tema se ponían pesadisimos, y eran exasperadamente exigentes. Los usuarios que no sabían pero utilizaban sus productos, eran igual de pesados, y aún más exasperantes, puesto que había que explicarles todo, además.

Esa mañana, le había tocado lidiar con uno de los últimos, una chica castaña, con coleta, que parecía recién salida de la casa de gran hermano. Exigía que Nico le ayudara a sacar la tarjeta del móvil, para quedarse con las fotos, y que lo hicieran ipso facto, porque ella no podía, sólo le faltaba pedir que le atendiera Steve Jobs resucitado. El, amablemente, le dijo que ese tipo de cosas no podían hacerse en esa tienda, que se pusiera en contacto con el fabricante.

-Es que este móvil anda mal, lo he conectado al ordenador, y no funciona.

-Que ordenador tiene, si no es indiscreción?

-No se... Un Windows...xp, creo

-El Iphone sólo puede ser conectado a un Mac.

-Que es un Mac?

-El sistema operativo de Apple. Apple sólo funciona con los productos que fabrica, no se puede adaptar a otros.

-Pero, es que necesito la tarjeta.

-Aún tiene la opción de subir el contenido de la tarjeta a un servicio de almacenamiento en la nube, para así no perder la información, y descargarla posteriormente. Me refiero a servicios gratuitos como Dropbox.

-No se que es eso, ni como va, no podrías sacar la tarjeta y ya está?

-No, ve esos tornillos, en el teléfono? Pues bien, esos tornillos son de diseño exclusivo de Apple, y sólo ellos tienen las herramientas necesarias, nadie más que ellos pueden manipular sus teléfonos.A nosotros Apple sólo nos autoriza a informar y vender, pero de hurgar las tripas de las máquinas, nada. Así funcionan desde siempre.

-Pero que mierda es esto? Joder, tiene que haber una manera de sacar la puta tarjeta desde aquí.

Nico cerró los ojos un segundo. La monguer esta ya empezaba a hartarle con su estupidez. Le estaba subiendo una cosa por el estómago. Algo se desbordaba dentro de el. Abrió y los ojos, y sonriente, se dirigió a la chica.

-Hay un modo se sacar la tarjeta.

-Si? Lo sabía, como se hace?

-Tirando el móvil contra el suelo, y cogiendo la tarjeta, es lo único que se puede hacer.

-Tu estás loco!

-No querías una manera de sacar la tarjeta? Ahí la tienes, rompe el móvil, y cógela.

-Con lo que me ha costado, y el teléfono aún funciona. Quiero el libro de reclamaciones!

-De acuerdo, cuando traigas la factura del teléfono. Oh, claro, es verdad, ni tan siquiera lo compraste aquí, con lo que no tienes derecho al servicio post venta. Aunque a quien deberían denunciar, es al que te vendió un electrodoméstico que te supera ampliamente en inteligencia. A ver si leemos.

La choni contrariada, se fue del local maldiciendo al mundo entero, mientras Nico reparó en las palabras que el mismo acababa de dirigirle. Nunca le había hablado con malos modos a nadie. Nunca en toda su vida, hasta ese momento. Fue una sorpresa para el. Y la sorpresa no le fue en absoluto desagradable, al contrario. Se sentía ligero y sin tensión alguna, incluso satisfecho. Estaba perdiendo su diplomacia por completo, y no se arrepentía por ello. Iba a ser una experiencia interesante el dejar de aguantarse ante las insultantes tonterías a las que estaba expuesto a diario. Por lo que a el respectaba, aquella tonta del móvil, y todos los que eran como ella, podían irse a la mierda. Y no dejaría de manifestarlo en voz alta.


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