martes, 9 de julio de 2013

Fragmentos de una vida un poco dispersa: Recordando al Duende






Ya va a hacer un año que cerró definitivamente sus puertas. Ahora, ese local, como muchos otros en la pequeña ciudad gris, es un local vacío, pero tan sólo vacío en cuanto a material, porque está completamente lleno de historias. Más de dos años de historias que yo conocí, y de las que fui espectador, cuando no protagonista.

Un tugurio que descubrí por casualidad, y que dado los anómalos espécimenes que lo poblaban, decidí frecuentarlo con asiduidad, convirtiéndome en un habitual de la casa, en otro extraño ejemplar de los que por allí pululaban. Se convirtió en mi segunda casa, allí bebía, fumaba, charlaba, escribía, consultaba internet en busca de información, y reía.

Era un local grande, con un ambiente nada convencional. Un local que tenía todas las papeletas para convertirse en un sitio oscuro, con las siniestras presencias transeúntes, si no fuera por su personal, sus camareras de la tarde, que propiciaban un entorno cálido y distendido, en el que nunca faltaba el humor. Ellas fueron el núcleo que conformaron el irreductible grupo de duendes que por allí paraban.

Vimos pasar exposiciones, presenciamos escenas surrealistas, protagonizamos trifulcas explosivas, nos inventamos nuevas palabras, afilábamos el lenguaje existente. Conocimos tenebrosas criaturas de neblina de polución, y semidiosas de fuego.

Había, y hay bares de todos los estilos y pelajes, más lujosos, más grandes, con espectáculo, pero ninguno de ellos tiene, ni creo que vaya a tener, la misma conjunción de características indescriptibles, pero perceptibles que aquel lugar tenía.

2 comentarios:

  1. Me gusta cómo expresas ese afecto, parece un sitio encantador :)

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    1. Lo era, no por el local en sí, era por el ambiente que se respiraba.

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