miércoles, 26 de junio de 2013
Incompleto
Hay días en los que te despiertas creyendo en que podrás comerte un trocito del mundo. Otros días, lamentablemente, es el mundo el que te roe los huesos. No todos los días son iguales, así como no siempre podemos mantener el mismo ánimo.
Para Alberto, los días eran todos diferentes, pero diferentes en cuanto a intensidades de días infelices. No es que la tragedia, en forma de muerte, o una desgracia similar hubiera tomado por asalto su vida. No, no se trataba de eso, era algo mucho menor a la vista. Era sólo que sentía un vacío interior.
Puede que para el mundo su pérdida no significase gran cosa, que fuese incluso imperceptible, pero para él, suponía perder mucho. Para él, como para muchos, su vida estaba salpicada por el drama. Para él, era más que suficiente andar por esta vida con el sentimiento de pérdida que nunca se le despegaba.
Quien sabe lo que contiene cada corazón, es un verdadero enigma que la ciencia aún no ha desentrañado. En el de Alberto había amores fallidos, añoranza, y apego por lo que una vez disfrutó, y ya no volverá. Visto exteriormente era un problema minúsculo, un dolor insignificante, pero que a él le dejaba sin respiración. Aquella mujer, única entre un millón... que le enseñó que la vida es mucho más que una simple rutina, que en poco tiempo le conoció mejor que el mismo. Aquella mujer, que se le grabó a fuego por dentro.
Fumar mata, reza la inscripción del paquete de tabaco que tiene en la mano. Matan tantas cosas... el no tener junto a el a la persona que te da la vida, la más especial que jamás has conocido, y conocerás, eso si es la muerte, o algo peor. La vida sigue, por supuesto, pero es una vida peor, una sucesión de días grises en los que el convencimiento de no estar completo no se disipa. Eso era lo que Alberto pensaba, que había un trozo que le faltaba.
Alberto se sentía así, siempre sentía esas cosas, con mayor o menor intensidad. Había perdido por siempre el fuego vital que siempre había necesitado y que una vez encontró. Ahora parecía un fantasma errante, vagando por la vida con el alma en pena, y con el corazón como un puzzle demasiado usado, alguna de cuyas piezas se perdieron en el proceso, y no pueden ser sustituidas. Una persona incompleta en un frío mundo. Todo lo bueno que una vez vivió, fue arrastrado por el gélido viento, sin posibilidad de recuperación, por mucho que lo desee. Sólo le queda vagabundear incompleto, buscando el calor de un fuego ya extinto.
Publicado por
Javier García
en
14:01
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Etiquetas:
Amor
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