martes, 10 de septiembre de 2013

Viviendo del aire-6




Desde aquel poco casual encuentro, Mónica y Fermín se veían con asiduidad, manteniéndose en contacto.

Siempre que les era posible, se juntaban para tomar algo y charlar, hablar sobre la vida de cada uno de ellos, y la vida en general. Aunque Fermín no dejaba de frecuentar la compañía de Benito, su compinche habitual, pasaba con Mónica el mayor periodo de tiempo posible. Sobre todo porque Benito, a veces, pasaba la noche con Pili, o con Irene, si su novio estaba fuera.

Mónica se había instalado allí desde hacía unos seis meses, y trabajaba en una tienda de segunda mano, de reciente apertura. Un comercio que, en los tiempos que corrían, tenía muy buena acogida, tanto por lo reducido de sus precios, como por los materiales expuestos a la venta.

Fermín descubrió en Mónica a una persona  a la que, contrariamente a su costumbre, era capaz de escuchar con plena atención todo el tiempo. Le encantaba el sonido de su voz, y le interesaba cada una de las palabras que le decía.

Había entre los dos una cierta atracción, una especie de fascinación mutua, silenciosa, pero sólida, que podía tocarse. A Fermín le gustaba el halo de misterio que le rodeaba, y a Mónica le resultaba agradable la excentricidad de su comportamiento.

Unas semanas después del episodio de la biblioteca, Fermín, en uno de sus encuentros, le  propuso una pequeña excursión  a otra ciudad, para escuchar un concierto de los Red Roosters, que se celebraba ese mismo sábado, en una población a sesenta kilómetros de allí. Había conseguido cuatro entradas de manos de la misma banda, a cambio de haberles diseñado el cartel del evento.

Las otras dos entradas, se las ofreció a Benito, para que fuese con quien quisiera. A Benito, le sorprendió agradablemente el gesto.

-Gracias Fermín, a ver si Pili quiere ir, que espero que si.

-Si, es la mejor opción, porque como vayas con la otra chica, se puede montar una pequeña trifulca

-Ya lo sé, pero mira por donde, si se lo propusiera a Irene, diría que si sin pensarlo un segundo. No se por que, pero esa chica se pone como loca conmigo…

-Su novio, si que se iba a poner como loco contigo… Mejor propónselo a Pili, que será menos peligroso.

-Bueno, Fermín, hablando de temas más agradables, que día decías que era el concierto?

-El sábado, a las once… Cómo vas a ir hasta allí?

-Pues en mi coche, cómo si no?

-Anda, si nunca lo sacas del garaje.

-Para moverme por la ciudad no, pero para cosas como éstas, si. Así me ahorro el coñazo de esperar trenes y autobuses, que a saber a que horas habrá. Si quieres, os llevamos a ti, y a la chica misteriosa con la que te ves.

-Ah, pues gracias por el ofrecimiento. Estaba a punto de preguntártelo yo.

-Claro, como no podía ser de otra manera…

-Oye, como es que sabes que me estoy viendo con una chica?

-Ah, los buenos ilusionistas no desvelamos nuestros trucos.- Rió Benito.

Llegó el sábado en cuestión. Habían quedado todos a las ocho en el piso de Benito, para tomar una ligera cena, y conocerse un poco. Tras las consabidas presentaciones y primeras tomas de contacto, disfrutaron  de una pequeña y amena conversación, en las que salieron a relucir algunas de las peripecias pasadas, tanto de Fermín, como de Benito, incluyendo la última inauguración de un piso al que lo habían invitado, siendo Pili testigo de varios de los hechos, y coprotagonista de alguno. Entre risas, y humo de tabaco, y otras cosas, llegó la hora de ponerse en camino si querían llegar a tiempo.

Salieron con cierta antelación, y no hubo problemas para encontrar el lugar del concierto, gracias al plano del lugar adjunto al cartel, cuyo original ofreció Fermín para orientarse. En menos de una hora, ya estaban aparcando, y entraron en el pub La Cabaña, donde se celebraría el concierto. Era un local amplio, decorado con guitarras, fotos de músicos famosos y adornos varios. Era un tributo permanente a la música moderna, con un muy acogedor ambiente, que animaba a pasar un buen rato, escuchando buena música.

Comenzó el concierto, y el sonido de la banda entusiasmó a todos los asistentes. Benito, como de costumbre siempre que salía por ahí, le dio demasiado a la botella, tomando una copa tras otra. Para cuando terminó el concierto, estaba ya bastante trompa, por lo que Pili, que ya se conocía el panorama, le arrastró hacia el coche, para que durmiera un rato la mona, y quizá algo más.

Fermín y  Mónica, en vista de que no habría un vis, salieron poco después, y se acercaron a Pili, para preguntarle si todo iba bien.

-Está bien, Mónica, esto es habitual. Aunque así, con este pedo que lleva, no podrá conducir. Vamos a tener que dormir en el coche un buen rato hasta que se le pase.- Respondió Pili ante la preocupación de Mónica.

-En ese microcoche no cabemos todos ni de broma!- Replicó Fermín.

Era verdad, en aquel coche, tan pequeño, no cabrían los cuatro estirados para dormir. A Fermín le daba la impresión que el verdadero lugar de aquel vehículo no era en la carretera, si no en una pista de Scalextric, aunque prefirió no decirlo. Se dio una vueltecilla por los alrededores mientras pensaba en como hacer para pasar unas horas cómodamente, o toda la noche, si era posible. Enseguida se topó con algo que le serviría, y se le ocurrió una idea. Fue hacia Pili.

-Pili, me puedes abrir el maletero un momento?  Se me ha ocurrido una cosilla.

Pili le abrió, y Fermín se puso a hurgar por allí dentro. Encontró una maleta con ropa, que sabía que estaba allí, porque en esas vacaciones, Benito planeó irse de viaje, y lo preparó todo, pero finalmente, cambió de idea, y se dejó allí la maleta olvidada. Abrió la maleta, y sacó una camisa que se puso encima de la camiseta, la cerró, la cogió, y cerró el maletero. Se dirigió a Mónica y a Pili. 

-Alguien se viene conmigo?

-A donde?- Quiso saber Pili.

-Allí- Respondió señalando a un hotel que tenían frente a ellos.

Hotel Sol y mar, abierto 24 horas, rezaba un cartel luminoso.

-Me apunto, te vienes, Pili? –Intervino Mónica.

-No, me quedo con Benito, no sea que se despierte, y la líe. Id vosotros.

Dicho y hecho, Mónica y Fermín fueron hacia el hotel, maleta en mano, y con una camisa que le daba aspecto de persona seria. En la recepción, una mujer castaña y rizosa, de mediana edad, miraba el mundo tras unas gruesas gafas, eran las gafas más gruesas del mundo, según los criterios de Fermin, casi como dos culos de vaso con montura.

-Buenas noches, señores, que desean?

-Necesitamos una habitación. Para tres días- Solicitó Fermín con expresión de persona formal.

-Como deseen. Me permiten un Dni?

Fermín le extendió un Dni en silencio, con rostro severo. La señora rellenó una ficha, y les dio una copia. Acto seguido, les facilitó una llave.

-Aquí tiene. Habitación 234, segunda planta. Espero que su estancia sea agradable.

Tomaron el ascensor. Ya en la habitación, se relajaron.

-Te apetece una copa, Mónica? Yo voy a tomarme una.

-Si, pero…  no será demasiado tiempo, y demasiado caro estar aquí tres días?

-Que va! Sobre todo porque no estaremos tres días aquí. Mañana nos vamos, sin pagar. Así que podemos cargar a la habitación todo lo que nos de la gana.

-Pero… si no pagamos, tienen tus datos en la ficha del hotel.

-De eso nada, porque del carnet que le he dado, lo único mío es la foto. Los datos son de mi antiguo casero, así que… todo está permitido, podemos hacer lo que nos apetezca.

Disfrutaron de la copa, a la que le sucedieron otras dos más para cada uno, y en el calor de aquella noche de agosto, se sumó  el calor del alcohol, que hizo derretirse todas las inhibiciones, y acabaron por ceder a los impulsos contenidos desde hacía un tiempo, amenizando a toda la planta del hotel con su sinfonía de aullidos, jadeos y gemidos.

Por su parte, Benito, tras unas horas roncando, se despertó de su melopea, y a su vez, despertó a Pili. Se sentía juguetón y lujurioso, estado de ánimo que no tardó en contagiar a Pili, terminando  por hacerlo en aquel pequeño cubículo, con Pili apoyada sobre el cuadro de mandos del coche, mientras recibía las acometidas de Benito, con el resultante e intermitente sonido del claxon del coche, al ritmo de sus propios movimientos. Sonido que la excitada pareja parecía no oír, y si lo hacía, ignoraban el sonido que ellos mismos producían. Quienes no podían ignorar aquel  sonido, eran los habitantes de los edificios cercanos, que se habían despertado sobresaltados, y empezaban a jurar en hebreo, asomándose a sus ventanas, para maldecir y gritar a los cabrones de aquel coche, que no paraba de hacer ruido.

Otros que tampoco pudieron ignorar el ruido que oían, eran Mónica Y Fermín, que se despertaron enseguida. Eran las nueve y media pasadas  de un domingo, según el reloj de Fermín. Se levantaron y vistieron con rapidez.

-Bueno, ahora a ver como salimos de esta.- Manifestó Mónica

-Ay, mujer de poca fe. Ahora verás.

Fermín quitó las sábanas de la cama, las ató entre ellas, y ató un extremo al asa de la maleta, que descolgó por la ventana hasta depositarla suavemente en la calle.

-Bueno, ya está. Como nos ha visto con la maleta. Si nos ve salir sin nada, creerá que volveremos a buscarla en algún momento. Además faltan horas para que las de la limpieza vengan. Solo tenemos que salir, y nada más. No pasará nada.

Mónica no dijo nada, quería ver como acababa aquello, aunque temía que el asunto se torciera, y acabara con ellos en comisaría.

Bajaron a recepción, y Fermín se dirigió a la mujer.

-Muy buenos días, vamos a desayunar y a conocer la ciudad. Podría preparar la factura para cuando volvamos? Por cierto, si nos facilitara un plano de la ciudad, sería de agradecer.

-SI señor, aquí tiene un plano. Enseguida tendré lista su factura.

-Gracias. Una cosa más. Cuando limpien la habitación, podrían no mover la maleta? Tiene objetos delicados en su interior.

-Por supuesto, caballero. Pasaré el aviso. Que disfruten de todo lo que ofrece la ciudad.

Cuando estuvieron a una distancia  prudencial, Mónica rompió a reír. Ya no estaba nerviosa, al contrario, parecía disfrutar de la situación, divertida ante el comportamiento de su compañero.

-Bueno, Mónica, asunto resuelto, ya nos podemos largar.

Fueron a la calle de al lado, en donde habían descolgado la maleta, y la recogieron, para después ir hasta donde se supone que el coche estaba aparcado, pero el coche no estaba allí. Fermín sacó el móvil y llamó a Benito.

-Benito, donde estáis?

-Dando vueltas con el coche, que hemos tenido un imprevisto.

-Que imprevisto?

-Hemos tenido que irnos de allí, porque mientras lo hacíamos Pili y yo, sonaba el claxon, y la gente se ha despertado y cabreado. Bastante, además.

-Ya empezamos… Venid a buscarnos frente al bar del concierto.

En menos de cinco minutos, recogieron a Mónica y Fermín, emprendiendo la marcha de vuelta a casa.

-Así que has despertado a todo el vecindario, eh?

-Si, a todos. Llegaron a venir a tirarnos huevos y otras cosas, mira como me han dejado el coche. Yo creo que si no arrancamos, nos mataban a hostias.

-Si, nosotros oímos al jaleo que armasteis, fue lo que nos despertó.

-Donde estuvisteis?

-En un hotel. De tres estrellas. En donde hemos hecho que preparen una factura, que pagará el hombre invisible e intangible.

-Otro de tus famosos sinpa, eh? Bueno, pues nada, otro sitio a donde no podemos volver.

-Esta vez, los dos hemos hecho méritos para ello, Benito. Písale, y pongamos tierra de por medio.





1 comentario:

  1. Esto ya va cogiendo ritmo ... grandes aventuras para recordar ... Viviendo al limite y si cuadra terminar en chirona .. Otra experiencia mas !!
    Un saludo.

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