Monstruos y héroes

Como para lanzarse a un volcán en plena erupción, o... lanzar a otro, que de esa forma duele menos. Pero no, lo del volcán es una exageración mía, aunque hay veces que nos sentimos así. Sobre todo cuando le damos al on a ese tóxico aparatejo que se llama televisión. Bárcenas, Bretón, Rajoy, y un completo desfile de la extensa horda de monstruítos degenerados que aparecen en pantalla. Parece que esta sociedad genera monstruos de todo tipo, pero todos de la peor clase, como un a diabólica fábrica  de seres abyectos con la finalidad de perjudicar a los demás.

Porque no son sólo los monstruos mediáticos los que se aseguran de que al menos una vez al día nos llevemos un sobresalto. En cada pequeño entorno, siempre hay algún ser que se ocupa concienzudamente de fastidiarnos, aunque sea sólo de palabra y no de acción. Son como los supervillanos de los comics, siempre ocultos en su cubil, maquinando la próxima jugarreta con la que putearnos. Me los imagino con ojillos malévolos, mientras se frotan las manos pensando en como van a joder a este o al otro, a la vez que sueltan una histriónica risotada.

Pero no todo va a ser malo, para compensar, y al igual que existen nuestros grandes y pequeños supervillanos, también existen nuestros superhéroes cotidianos, gente a la que conocemos, por referencias, o personalmente, que cada día de su existencia es un desafío a lo peor de la sociedad, personas que pase lo que pase, no pierden su brillo, ni su luz, y que por muy dura que sea, o haya sido su vida, por muy malas experiencias por las que hayan pasado, no permiten que eso petrifique su corazón. Son gente que no duda en tender una mano, gente que inspira, gente por la que merece la pena la humanidad. Estas son las personas que curan el mundo. Yo lo se, porque conozco personalmente a varias, pero no puedo dar nombres, ya sabéis, es el código heroico, hay que proteger las identidades secretas de estas personas por el bien común.