martes, 22 de mayo de 2012

El crepitar del trueno



El cielo estaba encapotado, al igual que el resto de los días de aquella semana, de finales de Enero. Día nublado tras día nublado, vamos, lo normal en estas tierras, y en estas fechas. Aunque hoy todo anunciaba una inminente tormenta, se podía apreciar en el ambiente, entre otras cosas por el ligero olor a ozono, que Eva podía notar levemente.

A Eva le gustaban los días de lluvia, le hacían sentirse renovada, nunca llevaba paraguas, y le encantaba sentir las gotas sobre su menudo cuerpo, mojando sus negros cabellos hasta empaparlos. Cuando eso sucedía el brillo de sus verdes ojos se intensificaba, como si el ambiente de viento y lluvia  insuflara en el interior de su ser nuevas energías.

Eva pensó en lo que había pasado en los últimos tiempos.  Vivía desde hacía unos ocho meses sola en el campo, en una pequeña casita cerca de un pueblo. La vida en la ciudad le asfixiaba de tal forma, con el excesivo nivel de stress y la vertiginosa vorágine de actividades de todo pelaje, todas a un ritmo frenético, que tras un intenso ataque de ansiedad, por el que tuvo que someterse a terapia durante un tiempo, optó por cortar los lazos con todo aquello que le hacía daño, de modo que la pensión vitalicia que obtuvo, sumado a la herencia de sus difuntos padres, le permitió poder vivir de ese modo, una vida que ahora se le antojaba más plena, pasando los días atendiendo su pequeño huerto, y cuidando su jardincillo, dispuestos ambos entre la casita, y un viejo muro, posiblemente de la época medieval, para guarecerlos en lo posible de las ventiscas que pudieran vernir. Además de gozar de la audición de la música, y de soñar despierta con la literatura fantástica, su género literario preferido, afición recientemente descubierta.

Volviendo al momento presente, Eva intuía la proximidad de una tormenta, y aunque disfrutaba de aquellos sucesos climatológicos y su belleza, sentándose en el bordillo de la puerta de su casa, dispuesta a admirar el espectáculo de la naturaleza en primera fila.

El espectáculo no se hizo esperar mucho tiempo, pues a los pocos minutos de sentarse, grises nubarrones se acercaron, y comenzaron a crepitar los truenos, que sonaban como las voces de los dioses antiguos, lo que a Eva hacía estrremecer, por el natural espectáculo natural que se le ofrecía ante sus ojos.

MIentras miraba al cielo, Eva oyó un crepitar de un trueno con un sonido distinto, casi como si una voz hablara, el rayo resultante desembocó  en un estallido muy cerca de su casa, en el muro medieval. Ligeramente alarmada, y sin pensarlo, Eva se levantó y fue hasta allí, para comprobar si había dañado su jardín y su huerto, a los que tantos cuidados dispensaba.

Cuando llegó a la altura del muro, pudo comprobar por sí misma que aquello por lo que temía estaba intacto, se tomo unos instantes dejando que las finas gotas de lluvia resbalaran por su cuerpo, y cuando iba a girarse para regresar al interior de su casa, reparó en que parte del muro, como formando una especie de portezuela,  estaba iridiscente. Reunió valor y lo tocó con un dedo, no quemaba estaba frío al tacto.

Sonrió ante el hallazgo, ahora, al intentar  tocarlo con las dos manos, experimentó una sensación como la de estar cayendo en sueños, cerrando los ojos durante apenas un par de segundos.


Cuando Eva abrió los ojos, no estaba ya en las inmediaciones de su casa. Se encontró en un paraje desconocido para ella, una especie de pradera, con un riachuelo. Creyó estar soñando, pues lo que estaba viendo no podía ser realidad. Oía voces en lenguas desconocidas e imposibles, y veía...gnomos? y otras criaturas inidentificables para ella.

Avanzó un poco por ese entorno imposible, sin saber bien a dónde se dirigía, desorientada, pero sorprendentemente sin un ápice de temor. Frente a ella, veía avanzar a un hombre alto, de color, con el torso desnudo y que llevaba un colgante con motivos tribales africanos. Se detuvo justo frente a ella y le habló en su lengua:

- Saludos, niña, te esperábamos!

- Q... Que es este sitio.

- Permiteme darte la bienvenida al Jardín de la Memoria Ancestral,o Cronosueño, para algunos, una región del espacio-tiempo vinculada a las personas con un potencial especial como tu, como demuestra tu presencia.

- Potencial especial ... para que?

- Tienes una especial comunión con la tierra, eres una regenedora, al igual que todos nosotros, los habitantes del Cronosueño.

- Quienes sois vosotros?

- Somos tus antecesores, shamanes , por decirlo de algún modo, que hicimos en nuestro tiempo, lo que tu tu harás ahora, preservar la Tierra de su extinción. Ya se que es muy raro, quizá te parezca ahora un sueño, lo que estás viviendo, pero  a pesar de que parezca ser un plano mental, el Jardín tiene una presencia física real. Te hemos convocado aquí para darte a conocer tu legado y tu poder, a partir de ahora un punto de tu mente estará permanentemente ligado a este lugar, para cuando necesites consejo u orientación, conectándote también a eones de conocimientos de tus ancestros. Será tu  sujeción a la conciencia de Tierras en un nivel espiritual, ahora notarás que todo está conectado en esta tierra, pues experimentaras una completa empatía, y una profunda comprensión del todo.


 Tras una breve pausa, el chamán guía, tras quitarse el colgante, se lo colocó a Eva, y continuó:

- Que esto de sirva de prueba y recordatorio de tu labor. Ahora, ve en paz.

El guía le dió un leve empujoncito, apenas un pequeño roce, y Eva sintió como desplazarse en el aire. Al cabo de un segundo, cunado miro a su alrededor, estaba, al pie del muro, frente a su casa, y la tormenta había cesado, pues hacia una agradable tarde, soleada y con una ligera brisa. Ligeramente mareada, decidió irse a casa, y meterse en la cama, pensando si las visiones que había tenido eran fruto de la ansiedad.

Tras lavarse, en el baño, dispuesta a descansar, fue quitandose la ropa, dispuesta a olvidar ese extraño día y descansar. Cuando estuvo completamente desnuda, al pasar frente al espejo de su habitación, reparó en el colgante que llevaba puesto, un colgante de motivos tribales africanos, sonriendo satisfecha para sí misma pensando que no era una locura suya, ni veía visiones, que  todo sucedió realmente.
Su último pensamiento antes de dormirse fue: Rumbo al Cronosueño.

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