Hay quien piensa que la titulación universitaria otorga
mágicamente poderes, y que quien no la posee no tiene lugar en este
mundo. Hay quien lo piensa y no son pocos, debido al lastre del complejo
de inferioridad del que hay que librarse.
Una titulación universitaria no te confiere talento ni
inteligencia a no ser que ya se posean por naturaleza. Hay
universitarios muy capaces, pero otros, con título o sin el, son negados
a perpetuidad. Son como monos amaestrados para mayor gloria y beneficio
de la empresa en la que caigan. Son sólo eso, y conozco a alguno que fue a
la universidad a comprarse un sucedáneo de los talentos de los que
carecía, pero vino como se fue, con datos y conocimientos teóricos para alguien que
agitaba su título a modo de bandera de superioridad. Afortunadamente, para otros es el
ingrediente que les faltaba para poder desarrollar su gran potencial con toda plenitud.
Nadie está en contra de los titulados universitarios, pero
convendría enterrar ese apartheid académico y saber reconocer las
aptitudes y destrezas de todos, con o sin títulos, y dejar de
reverenciar a los titulados tan sólo por el hecho de serlo. Hay que mirar más allá
de eso y superar los complejos, bajar del pedestal a los
titulados y dejar de despreciar a aquellos que no lo son.
Es que hay polarizaciones muy idiotas en el tema, por un lado los que desacreditan su importancia 100%, y por otro, los que creen que el título da poderes, carisma, inmortalidad, y abre las puertas a una dimensión de oro y piedras preciosas solo por tenerlo. Es ridículo. El título importa, pero es de igual validez que tengas cursos técnicos, seminarios de actualización orientados a que tu carrera se aplique en tal o cual rubro, que a la par sepas construir relaciones profesionales y se cree una ramificación, que por ti mismo te actualices continuo y te sumerjas en lo más simple y lo más complicado de tu área por igual. Ésto y más es lo que te vuelve vigente, de mayor experticia, y con mejor oportunidad de tener un trabajo aceptable.
ResponderEliminar