Vázquez, quien fue influenciado en su niñez y juventud, y gracias a los contactos de su progenitor, por gigantes del humor como Wenceslao Fernández Flórez o el maestro del absurdo Enrique Jardiel Poncela, dio inicio a su trayectoria en los años 40 como dibujante y guionista en publicaciones como “Maravillas”, el suplemento infantil de “Flechas y Pelayos”.
A finales de la década se convirtió en uno de los principales nombres de Bruguera, editorial barcelonesa a la que se incorporó en el año 1947.
En revistas como “Pulgarcito”, “DDT” o “Tío Vivo” creó, entre otros muchos personajes, a “Mr. Lucky”, “Heliodoro Hipotenuso”, “Las Hermanas Gilda”, “La Familia Cebolleta”, “Ángel Siseñor”, “Feliciano”, “La Familia Churumbel”, “La Abuelita Paz”, “Ali-Oli, Vendedor oriental”, “Angelito Gugú”, “El Inspector O’Jal”, “Los Casos Del Inspector Yes”, “Cuentos Del Tío Vázquez” o “Anacleto, agente secreto”, junto a “La Familia Cebolleta”, su mayor éxito.
En la última etapa de su carrera y tras la desaparición de Bruguera en el año 1986 el autor madrileño orientó sus creaciones hacia un público exclusivamente adulto con libros como “¡¡Vámonos al bingo!!”, “Historias verdes”, “Sábado Sabadete”, “Gente peligrosa”, “Más Gente Peligrosa”, y personajes como “Don Cornelio Ladilla y su señora María”.
En esta etapa también colaboró en publicaciones como “El Papus” o “Makoki”.
Su obra, gracias a ediciones de Tebeos Glénat, conoció diversas colecciones que intentaban ofertar una recopilación completa de sus mejores trabajos.
Vázquez, uno de los grandes genios de la historieta española, murió en Barcelona en 1995. Tenía 65 años. Cinco años antes de su fallecimiento había sido galardonado por el conjunto de su obra en el Salón del Cómic de la ciudad condal.
Entrevista a Manuel Vázquez
Por Sol Alameda
Publicada en El País Semanal
31 enero 1982
31 enero 1982
“Cuando eres un niño desvalido estás perdido. Porque
no puedes atracar, ni dedicarte a navajero, ni a macarra. Yo empecé a
alimentarme a los nueve años. Sí, de verdad. Todo lo que recuerdo de mi
infancia es hambre, pero hambre feroz. Vivia en Madrid, ¡Pero no veas!
Ibamos a los mercados, cogíamos frutas, cáscaras de frutas, lo que
encontraras. Así sobrevivímos muchos en los primeros años de la
posguerra. Porque durante la guerra te parecía menos terrible. Tal vez
por que todo el mundo pasaba hambre. Pero luego, cuando algunos
empezaron a comer, resultaba mucho más duro. Y no es que en mi casa no
hubiera dinero, que lo había. Pero era dinero rojo. sólo servía para
jugar a los cromos. Mi abuelo tenía la sastrería real, hacía los trajes a
los reyes. Era conde de Yedra. Yo vivía con mi abuela y mi padre, a mi
madre casi no la conocí. Luego, cuando tuve nueve años, me escapé a
Barcelona. En cuanto pude. La Guardia Civil me pescó nada más llegar y
me devolvieron. Cuando lo repetí, ya nadie me buscó. Barcelona era todo:
Nueva York, América. Oía hablar de Barcelona por la radio, y como en
Madrid no había nada, pensaba que todo debía estar en Barcelona. Me
impulsó lo mismo que a los conquistadores de América, que no se
embarcaban por el deseo de colonizar, sino por huir de Extremadura”.
- ¿A qué edad piensa que se hizo un adulto?
- Desde que nací. He sido precoz,
inteligente, lo que quieras, pero desde luego no he sido niño. Y eso se
paga, ¿Eh? Y no lo digo con tristeza, porque considero que ser niño es
un poco idiota, pero se pierden muchas cosas. Nunca he jugado, por
ejemplo. Y tal vez por eso, ahora, no se jugar con mis hijos.
Manolo Vázquez empezó a dibujar en los
márgenes de los periódicos, en papeles que recogía por su barrio,
Cascorro. Hacía batallitas y guerreros en la casa que compartía con su
abuela y con un padre alcohólico. No los había comido nunca, pero había
oído hablar de los bombones y, exagerando las cosas, asegura que también
del pan. Afortunadamente, ya entonces aprendió a ver el lado
humorístico en cada uno de sus abandonos, que han sido muchos. “Aquello
-asegura- también tenía su gracia. En la tragedia siempre hay muchísimo
humor. Mi tristeza era la de veinte millones de españoles. Esto le daba a
uno la sensación de un espanto tan grande, tan insuperable, que tenías
que reír. Quizá para sobrevivir. Yo tengo un amigo,Carlos Giménez, que
siempre hace las cosas tristes que le han sucedido; Es el Paracuellos
del Jarama. Es estúpido, remover y remover, recordar. Es completamente
idiota hacerlo. Para mí nada es suficientemente dramático. Ni que se
mueran tus padres o tus hijos. Sobrevivir es lo único importante. Eso
sí, hay que tener un afecto, de otro modo, ni sobrevivir se puede”.
Vázquez empezó en la editorial Bruguera
(“allí nací y morí”) su primer encargo fue Las hermanas Gilda. Antes
había mandado unos dibujos que, después de rechazados, fueron admitidos.
Pero hablar de Las hermanas Gilda es hablar de las tres censuras que
él, como todos los dibujantes, tuvo que sufrir: la de la editorial, la
estatal y la religiosa. Recuerda, por ejemplo, una portada rechazada
porque salía una chica tocando el piano, y el piano era un instrumento
pornográfico; o la chica a la que <Jorge> hubo de
borrar las trenzas porque estas eran muy eróticas. Sus hermanas Gilda
no podían salir de noche, no podían tener novio. Por eso las aventuras
de las adorables hermanas eran siempre idénticas: La Gilda seva al
campo, se encuentra un sapo y le da un beso. En Don Pío, Luisito, pensado como hijo de Doña Benita,
se tuvo que convertir en sobrino; un hijo no podía hacer travesuras a
sus padres. Ahora, en opinión de Vázquez, las historietas siguen siendo
tan idiotas como antes: “Porque se ha muerto Franco, pero continúan los
viejos en la editorial (él siempore se refiere a Bruguera, su bestia
negra). Es como en las familias, que se muere el abuelo, pero queda el
padre”.
- Me han contado una de las
maldades que usted hizo a Bruguera; cuando les envió un montón de
paginas sin dibujar, excepto el primero. Y ellos, confiados, lo llevaron
directamente a la imprenta.
- Mira, Bruguera es una basura. Al
principio era un joven inexperto y me entregaba. Luego los directivos
decían: aquí lo que falta es producción. Les daba igual que fuera bueno o
malo, se trataba de llenar páginas ahorrándose unas pesetas. Y les
mandé las hojas en blanco. Pero no tuvo gracia, lo hice por
desesperación. Yo tenía un convenio para quedarme en madrid y me dicen
de pronto que debo volver a Barcelona, que si no no cobro. Y yo, en un
hotel, sin pagarlo, sin un duro. En ese caso tienes que engañar a
alguien más tonto que tú. El que estaba de director lo era, de lo
contrario no hubiera sino el director. Fue como engañar a un niño. No
tuvo mérito, de verdad. ¿También me vas a preguntar por mis deudas? Ya
te digo que han sido muchas, pero todas provocadas por la editorial.
“Mire usted, es que yo ahora no puedo trabajar”. decías. Y ellos, pues
hay que trabajar por narices. Y tú, que no. Y ellos: pues entonces no le
pagamos lo que le debemos. Pero yo era más fuerte que ellos. Me iba por
ahí. Tenía mis fulanas, tenía lo que fuera; pero no trabajaba. Y claro,
se te echabas los hoteles encima, las denuncias. ¡No veas! Yo he estado
en la carcel , por no pagar en un hotel, mientras Bruguera me debía más
de 100. 000 pts. Claro que luego tuvieron que venir a sacarme bajo
fianza.
- ¿Cuántas veces ha estado en la cárcel?
- Tres veces, pero poco tiempo. El récord
lo tengo en seis meses. Lo suficiente para saber que si entras es
difícil salir limpio. Yo me divertí, lo pasé bien. Estando allí hubo un
incendio, apagué el fuego, salvé a un guardia y me dieron una mención de
honor. En la Modelo cada uno se relacionaba con los de su élite, y
claro, yo me relacionaba con los estafadores. Los había tremendos: de
casas de discos, de urbanizaciones, algunos de grandes quiebras. Gente
gorda. Allí tenían hasta chicas, no te digo más; menos salir a la calle,
lo que quisieran. Vino, coñá, conversaciones mundanas y elegantes.
Todos eramos unos señores. Y nadie negaba nada. Te decían “pues cuando
salga voy a hacer una operación de tantos millones”. Era lo normal. Era
gente clara, y no los de la editorial, que te hablaban de un nuevo
proyecto, que tú ibas a hacer tantas páginas, y luego veías que te
reproducían mil veces sin pagarte un duro. Porque, mira, yo tengo la
teoría de que un estafador es el tío que saca los ahorros a la gente de
la calle prometiendo unos pisos en la playa y que luego es mentira. Pero
cuandoun tío etafa a unos riquísimos que tienen una tela, a una gente
que ha estafado toda su vida a los demás, eso es un señor. Es igual que
cuandouna prostituta te dice, “Bueno, ¿Qué pasa?, me lo he ganado con mi
coño”. Es una señora. Es una cuestión de negocios. Pero esas otras que
van de finas y resulta que... ¡Vamos, eso sí que es una verdadera
prostituta! Las mujeres de los amigos dicen que tienen affaires. Las
prostitutas nunca te engañan. Es gente sana y sincera. Te lo digo Yo.
- Que debe saberlo.
- Si, tuve una casa de prostitución. Si, en
Madrid, en la calle de Ayala. Yo estaba de director en una casa de
publicidad. Ha sido el único sitio donde me han llamado la atención por
trabajar. Tuve que irme. Me habían dado un montoncito de problemas para
resolver. “Tenga, Vazquez, vaya haciéndolo usted”. Y me puse a hacerlo.
Cuando terminé vinieron y me dijerom “Pero hombre, no me haga usted
esto, ¿Que voy a hacer yo ahora?” “Pues darme más trabajo”, contesté.
“No, no, Vázquez. Eso no. Aquí hay un ritmo de trabajo, que usted debe
respetar. Tenga usted en cuenta, Vázquez, que soy yo quien tiene que
crear trabajo para que usted lo haga”. Y monté la casa de prostitutas
para los americanos. Pero claro, no era un profesional. Y todo el dinero
que ganaba me lo gastaba con las chicas. Claro que ser profesional de
cualquier cosa es repugnante. Gente estupenda las prostitutas. Más de
una vez yo me he ido a las ramblas, y les he pedido dinero para cenar.
“Manolo” me ha dicho alguna “espera un momento que tengo una cita, ahora
vuelvo”. Y me daba la pasta. Si es que entre esta gente tan despreciada
los hay muy serios. Una de las veces que salí de la carcel fui a
Bruguera a pedir trabajo y me dijeron “Espere usted hasta que se olvide
esto·. Y entonces me fuí a buscar un amigo mío, un gitano que había
encontrado en la Modelo. Pues me pagó un piso durante tres meses. Me
imagino de donde lo sacó, pero a mi no me faltó nada. Eso es un amigo,
¿no?.
En la cara de Manolo Vázquez nada llama la
atención excepto sus ojos azules, de verano. Lo que ha vivido se le ha
ido posando en las pupilas, por otra parte sorprendentemente mentirosas y
juveniles. El resto, las manos, la boca, el cuerpo, ha acumulado el
deterioro de sus 53 años, de todas las aventuras y desventuras que le
han hecho un hombre que se confiesa bastante feliz. Nada más entrar en
su casa nos dice que perdonemos, que se acaban de cambiar, que todavía
faltan muchos muebles. Es un piso insólito. Parce rellenado a base de
deshechos, de cosas que otros han ido abandonando. La tapicería del
tresillo está carcomida, todo son agujeros, boquetes verdaderos. “Es el
perro” dice ·se come todo”. Las paredes necesitam una mano de pintura y
el cuarto donde nos recibe es como un enorme pasillo donde se ha
colocado lo estrictamente imprescindible. Sus dos hijos son guapos y
cariñosos. Buscan corriendo los tebeos de su padre. “Mira, este es
Angelito y este Tío Vázquez”. Su mujer, veintiseis años menor que él, ha
preparado un cocido para invitarnos. Ella también aclara que el piso,
en fin, lo acaban de alquilar. Más tarde, cuando explican su peregrinaje
familiar de edificio en edificiom con una naturalidad pasmosa, como si
fuéramos sus mejores amigos, una gente que les quiere, es cuando
definitivamente decides que esta gente te cae muy bien.
“Es que en estos últimos años nos hemos ido
cuatro veces de los pisos, por no pagar. A mí me trae sin cuidado lo
que diga la gente. Si en un momento determinado se han complicado las
cosas y no has pagado al casero (porque te has puesto enfermo o porque
te has gastado el dinero, es lo mismo), durante un mes, dos, o siete
meses, hasta que los caseros se hartn, entonces tienes que coger una
camioneta por la noche, y con los niños y lo que te puedas llevar,
abandonar. Esto no deja de ser triste, pero no por la moralidad. Quizá
no encuentres a nadie que sea más amoral que yo. Si hubiera una medalla
para el mayor sinverguenza, ésa la llevaría colgada yo. Lo que me moesta
es la mezquindad. Eso sí. Porque a mí me gustaría irme sin pagar de un
hotel de Acapulco. Como me gustaría estar con Bo Dereck y largarme sin
pagar. Pero hacérselo a una viuda de cincuenta años me parece criminal. O
sea, que no es la moralidad, sino la calidad de la empresa.Irme de un
piso porque no puedo pagar treintamil cochinas pesetas me descompone, se
me cae la cara de verguenza. Te dejas allí la moqueta recién puesta y
un montón de cosas que no puedes cargar. Y luego están los niños que son
unos aventureros como nosotros y no les importa nada. Pero hay que
buscar colegios nuevos y es un poco incómodo (interviene la mujer de
Vázquez, que dice “pero a mis hijos les digo todo. Cuando viene alguien a
cobrar y no quiero abrir la puerta les cuento porqué: es que mamá no
tiene dinero, les parece normal. Eso sí, nosotros no tendremos dinero
paa pagar el piso o incluso para lo más necesario, pro los niños no se
quedan sin sus juguetes, mis hijos tienen sus reyes como todos los
niños. Aunque manolo y yo tengamos que repartirnos un huevo frito para
comer”).
Manolo Vázquez se ha hecho famoso entre sus
compañeros no sólo por ser un gran dibujante o por huir de los pisos
antes del amanecer. Es el rey del sablazo.Disfruta pidiendo dinero a los
demás, pero, sobre todo, disfruta al elaborar mil trucos para no
devolverlo. Hay quien piensa que tener deudas es para Vázquez una
cuestión de honor. “No, no. es que yo siempre he tenido mi propio
código. Cuando decretaba que una persona no tenía derecho a cobrar, pues
nocobraba. Edifiqué mi mundo desde la infancia. Por ejemplo, si alguien
me prestaba un paquete de tabaco y al día siguiente me decía “Oye,
manolo, a ver cuando me lo devuelves”, ese tío seguro que no cobraba, le
daba de baja. Hablo de otros tiempos ¿eh?Y los hoteles. Los había donde
no te daban comida y luego te la cobraban, o no te lavaban la ropa, te
quitaban la luz en epocas de restricciones y te dejaban sin dibujasr. De
esos no cobraba ni uno. Esto me gustaba. Me sentía como un vencdor. O
imagina al tipo ese que viene a arreglar un grifo o un televisor y que
cuando se va no lo ha arreglado como es debido. Pues lo que yo hago es
llamarlo de nuevo. Oiga usted, que esto está igual que antes. Y el tipo,
que no , que está bien, o que quiere cobrar otra vez por lo mismo. Es
esos casos lo que hago es encargarle muchas más obras, y desde luego, no
cobra ninguna. Estas cosas son las únicas que hago. Lo que pasa es que
conmigo haymucha leyenda. De verdad. Me sucedieron varias anécdotas
divertidas que se corrieron por ahí, y ya está. Y además luego me
inventé a tío Vázquez, que está basado en esto, en el que no paga nuncay
que es capaz de tomarse un trabajo inmenso con tal de huir del sastre.
Creo que yo inventé lo del sastre. Y si, la verdad es que había una base
de realidad. En cierto modo es autobiográfico. La del sastre es una
historia muy vieja ¿te la cuento? Bien, pues vamos allá. Tenía yo quince
años, levaba yo poco tiempo aquí, e Barcelona. Tenía que hacerme un
traje. Me lo hice. Y mira, no sé de que género sería, pero te aseguro
que crecía. Todos los trajes menguan ¿no? pues este crecía y crecía. Y
cada semana tenía que ir a que me cortaran las mangas y las piernas
medio mtro. Era como una ameba gigante. Te lo prometo. Y claro, yo le
decía al sastre, que, por cierto, tenía un nombre repugnante, se llamaba
Megurrea, que si no me lo arreglaba no cobraba. Yo iba cada semana a
arreglar aquello y él cada semana me pasaba la factura. A casa, al
trabajo. Incluso dejé e ir a trabajar para no pagarle. Un día, pasados
dos o tres años, me mandó al sobrino. “Me ha dicho mi tío” dijo, “que si
logro cobrarle podré trabajar con él”. “Bien”, le contesté, “usted me
ha conmovido. Usted va a conseguir lo que nadie ha conseguido. Espere un
momento que voy a ir a buscar el dinero. Pero, si no le molesta, me
presta 500 pts para el taxi” Y allí lo dejé. No sé que pasaría. No se si
su tío le dió el trabajo o le asesinó. Claro que en aquel tiempo de
posguerra yo tenía un problema terrible con la ropa. No sé si era de
mala calidad o qué, pero la verdad es que siempre necesitaba hacerme
trajes. Era una pesadilla. Pero después de esto, debo decir que ni
siquiera para mí es agradable tener deudas. No lo es. Lo que pasa es que
si las tienes no te vas a amargar. Lo mejor es divertirte a su costa, o
convertirlo en historietas. La leyenda de Vázquez deudor se corrió
tanto, creció de un modo tan brutal, que podía haberme sentido
vilipendiado. En vez de eso, decidí sacarle dinero y crear al tío
Vázquez. Lo malo es que, como te decía antes, lo que yo hubiera querido
es ser un estafador inmenso, de gran escala, y no un pobre tío que huye
de su sastre. El sueño de mi vida era ser el perfecto sinverguenza. No
me falta capacidad, creo yo. pero nunca he tenido medios y he debido
conformarme con ser un aprendiz. Sacar mil pesetas a un amigo no tiene
ninguna gracia.
-Cuando oye hablar de orden, de sacrificio, ¿Qué le pasa?
- Pues que puedo vomitar.
Son dos palabras repugnantes. O eso otro de hombre de provecho, que
quiere decir que nunca ha sacado provecho de nada. El hombre de provecho
es uno que se ha levantado a las siete de la mañana, que no ha pedido
anticipos, que no ha hecho nunca una huelga y que al llegar a los 65
años se ha jubilado, le ha besado los pies al dueño y se ha retirado a
morir. En cambio, elque le ha dicho: oiga que yo tengo derecho a esto,
que usted me está estafando; ese dicen que es un cabrón. Por tanto, ser
un hombre de provecho es ser un imbécil integral, ser una planta. Yo ni
siquiera por un momento he sido un hombre de provecho. Soy un bohemio
desde que me fuí de casa, a los nueve años, por falta de amor, como todo
el mundo que se va. Yo necesito mucho amor, afecto constante. Tal vez
por que de niño no lo tuve. Y odio que me compadezcan. Ni siquiera
cuando estoy enfermo, con una gripe. Si, soy un bohemio. Pero
entendiendo esto en su justo significado. La bohemia no es sinónimo de
hambre, de andar todo el día sin un duro. Mira, yo lo veo de esta
manera: por ejemplo, ahora cuando te vuelvas a madrid, yo cojo mi abrigo
y me voy contigo en el avión. Al llegar a Madrid nos tomamos una copa
juntos y regreso en el próximo avión. Solo eso, nada más. Por gusto. O
que, por ejemplo, te encuentro en la calle y tú me dices, “Vázquez, te
vienes a cazar tigres a la india?” y yo te respondo “espera que voy a
buscar la canana”. ¿No? Bien, pues a mi modo de ver, eso es lo que
merece la pena en la vida. Todo lo demás es perder el tiempo.
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