La campaña electoral nos intoxica, las papeletas de voto deberían incluir una advertencia de las autoridades sanitarias, pero como cualquier otra droga legal, es permitida y alentada. Además necesitas un chute de vez en cuando. No hay escapatoria posible, está en todas partes, te lo acaba pidiendo el cuerpo. Somos millones de adictos en busca de nuestro próximo colocón.
Elecciones generales, debates de guiñol en la televisión, discusiones entre licores apoyado en la barra de algún bar. Tensión, pavor e histerismo tóxico.
Propaganda a mansalva, alucinante como el ácido lisérgico para unos, venenosa como el cianuro para otros.
¿Será esta vez cuando las cosas empiecen a mejorar, o al final tirarán de la cadena y nos iremos todos por el retrete a las cloacas de la civilización?
¿Curarán nuestras heridas o nos proporcionarán nuevos desgarros anales forzados?
Expectativas y temores crecientes, que desembocarán en un estallido nuclear de sensaciones y papeletas, con imprevisible intensidad y consecuencias.
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